Club de Pensadores Universales

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sábado, 29 de septiembre de 2012

La Filosofía del siglo XX y XXI


     En el siglo XX, la mayoría de los filósofos más importantes trabajaron desde dentro de las universidades, especialmente a partir de la segunda mitad del siglo, durante el periodo conocido como guerra fría. Algunos de los temas mas discutidos fueron la relación entre el lenguaje y la filosofía, así como las importantes implicaciones filosóficas de los enormes desarrollos en lógica a lo largo de todo el siglo. Las tradiciones filosóficas más significativas y abarcadoras del siglo XX fueron dos:
     La filosofía analítica se desarrolló principalmente en el mundo anglosajón y debe su nombre al énfasis que al principio puso en el análisis del lenguaje por medio de la lógica formal. En la segunda mitad del siglo, sin embargo, la filosofía analítica dejo de centrarse solo en el lenguaje, y la unidad de la tradición recayó en la exigencia de claridad y rigor en la argumentación, en la atención en los detalles y en la desconfianza hacia los grandes sistemas filosóficos. Algunos pensadores tempranos que se asocian a la tradición analítica son Gottlob Frege, G.E. Moore, Bertrand Russell, Ludwig Wittgenstein y los integrantes del circulo de viena, y más adelante Willard van Orman Quine, Saul Kripke, John Searle y Donald Davison, entre otros. En su obra Principia Mathematica de 1910-1913, Russell y Whitehead intentaron establecer una base lógica de la aritmética, pero su intento se vio anulado en 1931 por el descubrimiento de Gödel: Sobre Proposiciones Formalmente Indecidibles en Principia Mathematica y Sistemas Relacionados.  
     La filosofía analítica se entiende como un programa filosófico especifico que usualmente se fecha entre 1900 aproximadamente y 1960. Se fecha ordinariamente con el trabajo de los filósofos ingleses Bertrand Russell y G.E.Moore a principios del siglo XX. Ellos se alejaron de las entonces formas dominantes de hegelianismo, objetando en particular su idealismo y su obscuridad y comenzaron a desarrollar un nuevo tipo de análisis conceptual, basado en los nuevos desarrollos de la lógica.
     En la actualidad y principalmente en las escuelas de la gran mayoría de los países de habla inglesa en el siglo XX, emplearon el término Filosofía Analítica, y continua empleándose. En países como los Estados Unidos, el Reino Unido, Canada, Escandinavia, Australia y Nueva Zelanda, la gran mayoría de los departamentos de filosofía de las universidades se identifican a sí mismos como departamentos “analíticos.”
     El término “Filosofía Analítica” puede referirse a:
a)     Una tradición de hacer filosofía caracterizada por un énfasis en la claridad y la argumentación, comúnmente alcanzadas a través de la lógica y el análisis del lenguaje, y por un gran respeto por las ciencias naturales.
b)     Algunos desarrollos en la filosofía de inicio del siglo XX, tales como el trabajo de Bertrand Russell y Gottlob Frege, aunados con el Positivismo Lógico. En este sentido, la filosofía analítica tiene compromisos filosóficos específicos, algunos rechazados por filósofos analíticos contemporáneos, en concreto:
1)    La visión del positivista que considera que n hay verdades específicamente filosóficas, y que el objeto de a filosofía es la clarificación lógica de los pensamientos. Esto se puede contrastar con el fundacionismo tradicional, derivado de Aristóteles, que mira a la filosofía como un tipo especial de ciencia, la más alta, que investiga las razones fundamentales y los principios de todo. Como resultado, muchos filósofos analíticos han considerado a sus investigaciones como continuas con, o subordinadas a, las de las ciencias naturales.
2)    La visión de que la aclaración lógica de los pensamientos solo puede ser alcanzada a través del análisis de la forma lógica de proposiciones filosóficas. La forma lógica de una proposición, es una formas de representarla , normalmente usando la gramática formal y el simbolismo de un sistema lógico, para mostrar su similaridad con todas las otras proposiciones del mismo tipo. Sin embargo, los filósofos analíticos disienten ampliamente sobre cuál es la lógica formal correcta del lenguaje ordinario.
3)    El rechazo de sistemas filosóficos que lo abarcan todo, en favor de la atención en los detalles, el sentido común, y el lenguaje ordinario.
     La segunda tradición principal del siglo XX resulta aun más difícil de caracterizar que la filosofía analítica. La Filosofía Continental se desarrollo principalmente en la Europa Continental, de ahí su nombre, y se caracterizó por ser más especulativa y por dar más importancia a la historia que la filosofía analítica. La fenomenología, el existencialismo, el estructuralismo, el posestructuralismo, y la posmodernidad, son algunas de las escuelas que caen dentro de esta tradición. Algunos de sus autores más influyentes fueron Edmund Hussrel, Martín Heidegger, Jean Paul Sartre, y José Ortega y Gasset, en la primera mitad del siglo XX, seguidos por Michel Foucault, Jacques Derrida, Hannah Arendt y Gilles Deleuze, en la segunda.
     Después de la Segunda Guerra Mundial, se inicia el período de la historia que también suele llamarse Guerra Fría. Durante todo ese tiempo,  entre 1945 y 1989 o durante la Guerra Fría, la humanidad vivía con el temor de que en cualquier momento se desataría una conflagración con el uso de las armas nucleares, por parte de cualquiera de las dos potencias: La Unión Soviética o los Estados Unidos. Sin embargo, al mismo tiempo, se inicia una revolución tecnológica en electrónica, física, y química, con una mayor disponibilidad de mano de obra, producto de  la paz y del aumento demográfico, ocasionando u incremento de la producción industrial. Para mantener y aumentar el nivel de ganancias de los empresarios, fue necesario elevar el consumo, para lo cual se incorporó a los asalariados medios y bajos, en el mercado consumidor de productos antes reservados a las clases privilegiadas, tales como electrodomésticos, automóviles, etc.
     Además de aumentar el consumo, las mejoras en el nivel de vida de los asalariados hacían disminuir los reclamos y los alejaban de los posibles conflictos sociales. A este modelo basado en el consumo masivo se lo denominó, sociedad de consumo. Dos elementos fundamentales ayudaron a instalar el consumismo: la publicidad y las ventas a crédito.
     Se estimulaba a través del cine, la radio, la televisión, de los diarios y de las revistas, el deseo de acceder a un mundo ideal y fantástico, al cual solo se ingresaba comprando determinadas “marcas” de productos. Para triunfar en la vida, había que manejar tal automóvil, beber determinada gaseosa o vestir la ropa de los famosos. Incluso, las manifestaciones artísticas, como la música, el cine, el teatro, o la literatura, eran impuestas por la propaganda de las de las empresas discográficas, las distribuidoras cinematográficas y por las empresas teatrales o editoriales.  Había nacido la cultura de masas, en la que era más importante la difusión que la creación artística en sí misma. Tenía más valor lo más conocido que lo más creativo o mejor producido. Prevalecía lo comercial sobre lo artístico.
     A partir de los años 50s, la modernización socioeconómica comenzó a expresarse claramente en el arte, la literatura y en otras manifestaciones culturales. A su vez, la expansión de los denominado medios masivos de comunicación, implicó una nueva y compleja relación entre las diferentes culturas. Sobre todo, porque el poder político y económico de los países centrales también iba a mostrarse en un capacidad, hasta ese momento impensable, de difundir sus valores culturales a otros pueblos. A su vez, en el interior de cada sociedad, también existían determinados valores predominantes, es decir, un cuerpo de ideas coherentes que explicaban una particular visión del mundo e impregnaban la vida social y cultural de cada una de estas comunidades. Y en toda sociedad, paralelamente a esta cultura dominante, surgieron grupos que se plantearon otros valores, otras ideas sobre lo que estaba bien y estaba mal, y que cuestionaron los valores, los modos de relación y el sistema político de una época.  
     Esos grupos comenzaron a surgir en los años de posguerra, al calor de la urbanización y el crecimiento de la matricula estudiantil en todos los niveles. Fueron movimientos que cuestionaron la forma en que estaba ordenada la sociedad y que se pronunciaron por alternativas de vida distintas de las formas en que habían sido educados por sus mayores. Estas voces fueron,  a veces, subculturas que expresaron a subgrupos de la sociedad, como pueden ser los jóvenes que utilizaban una manera particular de vestirse, hablar, etc., o auténticas contraculturas, es decir, en corrientes de opinión que planteaban valores contrarios a los predominantes en la sociedad de la que eran parte.
     La complejidad de este proceso de intercambio cultural estuvo dada, también, porque los modernos medios de difusión fueron parte de la Guerra Fría. Estos medios, controlados por países centrales, comenzaron a irradiar a todas partes del mundo sus valores y hábitos culturales, como los que se correspondían con el mundo occidental y cristiano frente al ateísmo socialista. Otro importante elemento de propaganda fueron loso comics, donde héroes dotados de poderes sobrehumanos, como Superman o el Capitán América, lograron proteger al mundo occidental de la constante amenaza de sus enemigos.
     Frente a esta influencia cultural, marcada y guiada por la sociedad de consumo, nacieron en la posguerra pensamientos alternativos a los dominantes, es decir, verdaderos movimientos contraculturales: Todos dieron muestras de inconformismo, rebeldía y resistencia a la imposición cultural a la que se sentían sometidos.
     La denominada cultura beat se originó en los Estados Unidos y fue la expresión de una generación que no creía en los mitos de los adelantos científicos que habían producido la automatización, ni en la elaboración del dinero como medio de satisfacción. Allen Gisnberg y Jack Kerouac fueron, a través de poesías y cuentos que transitaban en revistas subterráneas, underground, sin circulación comercial, típicos representantes de una búsqueda por separarse de una sociedad que consideraban arbitraria y falsa. En ella los hombres, afirmaban ellos, habían perdido la capacidad de comunicarse y vivir, producto todo ello de los bombardeos publicitarios que alentaban únicamente la superficialidad del confort: el auto, la casa, el televisor, etcétera. Para manifestar su disconformidad, alentaron la resistencia al consumo.
     En Europa, junto al desarrollo del estado de bienestar que daba lugar a la “sociedad del ocio,” la resistencia cultural se expresó también en el terreno filosófico: Autores como Hebert Marcuse  o Jean Paul Sartre adquirieron notoriedad en los 50s, aunque sus libros y figuras fueron celebres en los 60s. La búsqueda de lo auténticamente latinoamericano fue parte de ese pensamiento alternativo, y la crítica apuntó a padecimientos de sus habitantes por parte de dictaduras o regímenes que permitían y alentaban el despojo económico, acompañado de la destrucción de la identidad cultural propia. Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, Alejo Carpentier, y José María Aguedas entre otros, fueron parte de esa generación que, en sus novelas, expresaron la resistencia y alternativa cultural en Latinoamérica. 
                                 

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