Club de Pensadores Universales

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domingo, 6 de abril de 2014

Cuando el Mundo se Estremeció de Henry Rider Haggard

     Sir Henry Rider Haggard, miembro de la Orden del Imperio Británico, nació el 22 de junio de 1856 y murió el 14 de mayo de 1925, a la edad d 68 años. Fue un escritor Inglés de novelas de aventuras en lugares exóticos, principalmente de África y es considerado uno de los fundadores del género literario Mundo Perdido. También estuvo involucrado en la reforma agraria a través de todo el Imperio Británico. Sus historias, situadas en el extremo más ligero de la literatura victoriana, siguen siendo populares e influyentes.
Biografía
Los Primeros Años
Henry Rider Haggard, generalmente conocido como H. Rider Haggard o Rider Haggard, provenía de una línea de ascendencia danesa y nació en Bradenham, Norfolk, siendo el octavo de diez hijos, de Sir William Meybohm Rider Haggard, un abogado, y Ella Doveton, una autora y poeta.  Rider Haggard fue enviado inicialmente a Garsington, a la Rectoría en Oxfordshire, para estudiar con el reverendo H.J. Graham, pero a diferencia de sus hermanos mayores que se graduaron de varias escuelas privadas, asistió a la escuela secundaria de Ipswich. Esto se debió a su padre, que quizá lo consideraba como alguien que no iba a ascender a mucho, por lo que ya no podían darse el lujo de mantener su costosa educación privada. Después de fallar la prueba de ingreso al ejército, fue enviado con un preparador privado en Londres, para prepararse para el examen de ingreso para la Oficina de Relaciones Exteriores Británica, al cual nunca se presentó. Durante sus dos años en Londres entró en contacto con las personas interesadas en el estudio de los fenómenos psíquicos.
Sudáfrica 1875-1882.
     En 1875, el padre de Haggard le envió a lo que hoy es Sudáfrica para ocupar una posición remunerada como asistente del secretario de Sir Henry Bulwer, el teniente gobernador de la Colonia de Natal. En 1876 fue transferido al equipo de Sir Teófilo Shepstone, Comisionado Especial para el Transvaal. Fue en este papel que Haggard estaba presente en Pretoria, en abril 1877, para el anuncio oficial de la anexión británica de la República Boer del Transvaal. De hecho, Haggard levantó la bandera de la Unión y dio lectura a gran parte de la proclamación después de la pérdida de la voz del funcionario originalmente encargado de tal función.
Por ese tiempo, Haggard se enamoró de Mary Elizabeth “Lilly” Jackson, quien tenía la intención de casarse con él, una vez que obtuviera un empleo remunerado en África. En 1878, Haggard se convirtió en secretario del Tribunal Superior en el Transvaal , y escribió a su padre informándole de que tenía la intención de regresar a Inglaterra para casarse con ella. Su padre se lo prohibió hasta que Haggard hubiera hecho una carrera por sí mismo. Antes de 1879, Jackson ya se había casado con Frank Archer, un acomodado banquero. Cuando Haggard finalmente regresó a Inglaterra, se casó con una amiga de su hermana, Marianna Louisa Margitson (1859 - 1943) en 1880, y la pareja viajó a África juntos. Tuvieron un hijo llamado Jack, que murió de sarampión a los 10 años, y tres hijas, Angela, Dorothy y Lilias. Lilias se convirtió en una autora, editó, El Capuchón de Piel de Conejo y Yo Caminé de Noche, y escribió una biografía de su padre titulada, El Manto Que Dejé, publicada en 1951.
Haggar en Inglaterra 1182-1925.
     Volviendo a Inglaterra en 1882, la pareja se instaló en Ditchingham, Norfolk, el hogar ancestral de Louisa. Más tarde vivieron en Kessingland y tuvieron conexiones con la iglesia en Bungay, Suffolk. Haggard volvió al estudio de las leyes y fue llamado a la barra en 1884. Su práctica de las leyes era inconexa y gran parte de su tiempo fue usado en la escritura de novelas que él vio como más rentable. Haggard vivió en el número 69 de la calle Gunterstone en Hammersmith, Londres, desde mediados de 1885 hasta alrededor de abril de 1888. Fue en esta dirección en Hammersmith donde completó Las Minas del Rey Salomón, publicada en septiembre de 1885. 
     Influenciado fuertemente por los más grandes aventureros que conoció en el África colonial, sobre todo Frederick Selous y Frederick Russell Burnham, la más grande riqueza mineral descubierta en África, y las ruinas de antiguas civilizaciones perdidas del continente, tales como las ruinas de la Gran Zimbabwe , Haggard creó sus Aventuras de Allan Quatermain. Tres de sus libros, El Mago (1896),  Elissa; La Maldición de Zimbabwe (1899) y Corazón Negro y Corazón Blanco; Un Idilio Zulú (1900), son dedicados a la hija de Burnham, Nada, la primer niña blanca nacida en la ciudad de Bulawayo; que había sido bautizada con ese nombre, después de la novela histórica de Haggard de 1892, titulada, Nada the Lily. Haggard pertenecía al club británico el Ateneo, al club londinense de caballeros,  La Savile, y al Club Británico de Autores.
La Ayuda a Lily Archer
     Años más tarde, cuando Haggard era un novelista de éxito, fue contactado por su antiguo amor, Lilly Archer, cuyo apellido de soltera era Jackson. Ella había sido abandonada por su marido, que había malversado fondos confiados a él y él había huido, en bancarrota, a África. Haggard la instaló a ella y a sus hijos en una casa y vio por la educación de los niños. Lilly finalmente siguió a su marido a África, donde la infectó con sífilis antes de morir él mismo de eso. Lilly volvió a Inglaterra a finales de 1907, donde Haggard de nuevo la sostuvo hasta su muerte, el 22 de abril de 1909. Estos detalles no se conocieron generalmente hasta la publicación de la biografía de Haggard de 1981, por Sydney Higgins.
     Asuntos Públicos y Honores
     Haggard estuvo muy involucrado en la reforma de la agricultura, y fue miembro de muchas comisiones sobre uso de la tierra y de los asuntos relacionados con el trabajo que implicaron varios viajes a las colonias y dominios.  Con el tiempo, dio lugar a la aprobación de la Ley de Desarrollo de 1909. 
     Se mantuvo sin éxito como candidato conservador para el Parlamento para la división oriental de Norfolk en la elección de verano de 1895, perdiendo por sólo 198 votos.  Fue nombrado Caballero de Licenciatura en 1912 y Caballero Comandante de la Orden del Imperio Británico en 1919.
     La localidad de Rider, Columbia Británica, fue nombrada en su nombre después de él.
Fallecimiento
     Murió el 14 de mayo 1925, a los 68 años. Sus cenizas fueron enterradas en la iglesia Ditchingham. Sus escritos se mantienen en la Oficina de Registro de Norfolk.
Carrera Como Escritor
     Después de regresar a Inglaterra en 1882, Haggard publicó un libro sobre la situación política en Sudáfrica y un puñado de novelas sin éxito antes de escribir el libro por el cual es el más famoso, Las Minas del Rey Salomón. Aceptó el 10% de derecho de regalías, en lugar de 100 € de los derechos de autor.
     Una seria, Allan Quatermain, pronto sigió, y su novela Ella y su secuela Ayesha, novelas de aventuras de capa y espada, ambientada en el contexto de la lucha por África (la acción de Ayesha sin embargo ocurre en el Tíbet). La enormemente popular, Las Minas del Rey Salomón, a veces es considerada la primera del género Mundo Perdido.  Esta novela por lo general se considera que es una de las clásicas de la literatura imaginativa  y con 83 millones de copias vendidas en 1965, es uno de los libros más vendidos de todos los tiempos.  Haggard también es recordado por Nada the Lily, una historia de aventura entre los zulúes, y la novela épica de vikingos, Eric Brighteyes.
     Sin embargo, sus novelas retratan muchos de los estereotipos asociados con el colonialismo, los cuales son inusuales para el grado de simpatía con el que se retratan a las poblaciones nativas. Los africanos a menudo juegan un papel heroico en sus novelas, aunque los protagonistas son generalmente, aunque no siempre, europeo. Ejemplos notables son los heroicos guerreros zulúes, Umslopogaas y Ignosi, el legítimo rey de Kukuanalandia, en Las Minas del Rey Salomón
     Después de haber desarrollado una intensa amistad mutua con los tres ingleses que le ayudan a recuperar su trono, él acepta sus consejos y suprime la caza de brujas y la pena de muerte arbitraria. Tres de las novelas de Haggard fueron escritas en colaboración con su amigo Andrew Lang que compartía su interés en el ámbito espiritual y los fenómenos paranormales.
     Haggard también escribió sobre la reforma agraria y social, en parte inspirado por sus experiencias en África, pero también se basó en lo que vio en Europa. Al final de su vida fue un firme opositor del bolchevismo, una posición que compartía con su amigo Rudyard Kipling. Los dos se habían unido a la llegada de Kipling en Londres en 1889 en gran parte de la fuerza de sus opiniones compartidas, y los dos siendo amigos toda la vida.
Reputación y Legado.
     Las historias de Haggard siguen siendo ampliamente leídas en la actualidad. Ayesha, la protagonista femenina de Ella, ha sido citada como una prototipo por los psicoanalistas tan diferentes como Sigmund Freud (en La interpretación de los Sueños) y Carl Jung. Su epíteto “Ella que debe ser obedecida” es utilizado por el autor británico John Mortimer en su serie de televisión Rumpole of the Bailey como el nombre privado que utiliza para la esposa del personaje principal, Hilda, ante la cual él tiembla en su casa, a pesar del hecho de que él es un abogado con una cierta habilidad en la corte. 
     El género de Mundo Perdido de Haggard ha influenciado a escritores norteamericanos populares de historietas, tales como Edgar Rice Burroughs, Robert E. Howard, Talbot Mundy, Philip José Farmer, y Abraham Merritt.  El personaje Allan Quatermain, el héroe de aventuras de, Las Minas del Rey Salomón y su secuela Allan Quatermain, fue un modelo para el personaje de Norteamérica, Indiana Jones, que aparece en las películas En Busca del Arca Perdida, El Templo Maldito, Indiana Jones y la Última Cruzada, y El Reino de la Calavera de Cristal. Quatermain ha ganado popularidad recientemente gracias de ser un personaje principal de La Liga de los Hombres Extraordinarios.
     Haggard fue elogiado en 1965 por Roger Lancelyn Green, uno de los Inklings de Oxford, como un autor de un alto nivel de, “habilidad literaria y de potencia imaginativa pura,”  y co-autor junto con Robert Louis Stevenson de la Era de los narradores.
El primer capítulo de su libro La Gente de la Neblina,  se acredita haber inspirado el lema de la Royal Air Force (anteriormente el Royal Flying Corps), Per ardua ad astra. (De la adversidad a las estrellas.)
Influencia en la Literatura Infantil del siglo 19.
Durante el siglo 19, Haggard fue una de las muchas personas que contribuyeron a la literatura infantil. Morton N. Cohen describió a Las Minas del Rey Salomón como, “una historia tanto de interés general para los adultos como para los jóvenes.” El mismo Haggard quería escribir el libro para niños, pero en última instancia, tendría una influencia tanto en los niños como en los adultos de todo el mundo. Cohen explicó que, “Las Minas del Rey Salomón se leía en las escuelas públicas [y] en voz alta en las aulas.” (Wikipedia en Ingles)
Cuando el Mundo se Estremeció
     Cuando el Mundo se Estremeció, es una novela de H. Rider Haggard escrita en 1919. Trata de las aventuras de Bastin, Albert Bickley, y Humphrey Arbuthnot en su viaje a la isla del mar del sur de Orofenia.
     La historia comienza cuando el protagonista, Humphrey Arbuthnot - un escritor de historias de aventura - está casado con su esposa Natalie. Poco después ella le confiesa que va a morir pronto, incluso después de que  se le ha dado un certificado de buena salud de su médico, Bickley. Justo cuando esta muriendo, Natalie le dice a Arbuthnot que poco después de que ella muera él querrá viajar a algún sitio y que allí es donde los dos se reunirán de nuevo.
     Ella muere, y poco tiempo allí después Arbunoth tiene un repentino deseo de viajar a las islas del Pacífico. Se pone en un barco con su médico, Albert Bickley, un sacerdote, Bastin, y su perro, Toby. El barco es llevado por un ciclón después de que toda la tripulación abandona la nave, salvo por los tres aventureros. Cuando se despiertan se encuentran los náufragos en la isla del mar del sur de Orofena.
     Aquí ellos conocen a los Orofeanos, quienes adoran a un Dios llamado Oro, quien es un Dios de la Guerra. Los hombres se ganan la confianza de los Orofeanos mientras Albert les enseña a los hombres las técnicas de medicina occidental y salva algunas vidas. Los nativos les dicen a los tres hombres que no vayan a una parte de la isla llamado Oromatuas que es un volcán. Después viene una disputa en la que Bastin destruye un símbolo de Oro y mata a uno de los nativos que estaba a punto de ser sacrificado.
     Los tres europeos huyen a Oromatuas donde Toby, el perro, encuentra un pasadizo secreto dentro del volcán. Los hombres buscan el pasadizo del volcán y encuentran dos ataúdes de cristal con dos personas en ellos. Primero reviven a un viejo que es el dios original Oro. Enseguida reviven a su hija Yva.
     Después de ser revivido Oro mira a las estrellas para revelar que ha estado inconsciente durante 250.000 años como él puede decir de las posiciones estelares. Yva afirma que conocen la posición de las estrellas, según provienen de una sociedad que estaba llena de sabiduría conocida como la edad de la sabiduría. Para describir cómo era la edad de la sabiduría, Yva les muestra a los hombres por medio de la evocación de escenas de la edad de la sabiduría, mostrándoles la alucinación de los hombres del pasado.
Cuando los hombres dialogan sobre la edad moderna y el aprendizaje sobre la edad de la sabiduría, cada uno de los hombres intenta cortejar aYva. Se revela que Yva puede sólo casarse con un hombre que ya ha muerto. También se revela que ella tiene el alma de Natalie en su interior. Al instante ella se enamora de Arbuthnot y deciden casarse.
      Utilizando el mismo método de conjuración, Oro tiene los hombres mostrándoles el estado de la situación actual del mundo. Después de ver nada más que de destrucción y muerte, por una mezcla de la primera guerra mundial y la carrera por África, Oro decide que la tecnología moderna es un veneno para el mundo. Él decide que es hora de empezar de nuevo el mundo entero y se prepara un ritual que hará que un terremoto destruya todo el mundo.
     Oro es detenido por Yva quien muere dentro de las cavernas de Oromatus que colapsan. Juntos, ella ya su padre mueren, a la vez que permiten a los hombres  escapar a su canoa que está en el agua lista para salir.
     A medida que viajan rumbo a casa se ​​preguntan si Oro estaba diciendo la verdad todo el tiempo o si él era un loco. La historia termina después que Humphrey Arbuthnot, y Toby, mueren y son enterrados junto a Natalie. (Wikipedia en Ingles)
Cuando el Mundo se Estremeció
De Henry Rider Haggard
     La mansión de Humphrey Arbuthnot, ubicada en Fulcombe, cerca de Devonshire, llamaba la atención en la comarca, por lo bella y elegante. En esos momentos, Humphrey salía de la casa para recibir a alguien que acababa de llegar.
“¡Albert Buckey! Cuánto me alegro de que hayas venido. No tenía muchas esperanzas de que lo hicieras cuando te escribí.” Albert dijo, “No podía dejar de acudir. Fuimos íntimos amigos en la universidad, aunque después de hayamos dejado de vernos.” Entraron en la mansión y se dirigieron a un salón donde ya estaba dispuesto el té. Albert dijo, “Veo que te ha ido muy bien y me alegro.” Humphrey dijo, “Sí, no me puedo quejar, Estuve años fuera de Inglaterra buscando fortuna y la conseguí. Soy inmensamente rico.” Albert dijo, “¿Hace mucho que regresaste del extranjero?” Humphrey dijo, “Apenas seis meses compré esta propiedad y me instalé aquí, pero, querido amigo, no soy feliz. Tú sabes, siempre me ha molestado la vida social. Aquí no tengo amigos. Mis vecinos son pocos y bastantes simples.” Albert dijo, “O sea que te aburres, ¿Porqué no ejerces tu profesión de abogado?” Humphrey dijo, “Lo hago, pero ser magistrado en un condado donde nunca pasa nada, me ocupa una o dos horas al mes.” Albert dijo, “Humphrey, ¿me mandaste llamar porque me necesitas como médico o como amigo?” Humphrey dijo, “Como amigo. Pero antes cuéntame de ti, ¿Cómo te ha ido?” Albert dijo, “Bastante bien. Trabajo en un hospital como cirujano y también tengo mi consultorio particular. Pero no estoy agusto. Nunca me agradó Londres. Yo viví siempre en el campo y la ciudad me ahoga.” Humphrey dijo, “Albert, tengo una idea, ¿Por qué no te vienes aquí a ejercer? Aunque hay médicos, no hay un cirujano de tu categoría.” Albert dijo, “¡Querido amigo, si eso fuera posible! Pero no es fácil. Tendría que instalarme…” 
     Humphrey dijo, “Por eso no te preocupes. Yo te montaré un consultorio para que atiendas la clientela que vayas adquiriendo. Tendrás entera libertad para disponer las cosas como quieras. La verdad es que me harías un favor. Necesito compañía.” Albert dijo, encendiendo su pipa, “Te lo agradezco mucho y por supuesto que acepto.” Humphrey agregó, “Además te tengo una sorpresa, ¿Recuerdas a Bastin?” Él le dijo, “¡Cómo no! Los tres éramos inseparables en la universidad. Aunque estudiábamos cosas tan distintas y siendo él tan diferente.” Humphrey dijo, “Sí, Bastin era brusco, con una mentalidad simple pero buenísimo.” Albert dijo, “Estaba hecho para lo que se dedicó. La iglesia debe tener en él uno de sus mejores pastores.” Humphrey dijo, “Como murió recientemente el vicario de Fulcombe, le escribí contándoselo y consiguió ese puesto.” Albert dijo, “Me alegro. Será como volver a nuestros días de juventud.” Humphrey dijo, “Espero que nos llevemos tan bien como entonces.” Albert dijo extrañado, “¿Por qué no? Ha pasado mucho tiempo pero en el fondo somos los mismos.”
     Un mes más tarde los tres amigos se encontraban reunidos. Estando los tres sentados a la mesa, Bastin dijo, “Me alegro de haber venido Humphrey. Éste es un lugar donde hay mucho que hacer.” Albert dijo, “Yo también tengo bastante trabajo. Vienen de todas las poblaciones cercanas a consultarme.” Humphrey dijo, “Me complace saber que estas a gusto Bastin. Y tú también Albert.” Albert le dijo, “No te veo animado. Al parecer sigues sin encontrar en que ocupar tus días.” Humphrey dijo, “La llegada de ustedes me ha ayudado mucho, pero me sigo sintiendo insatisfecho.” Bastin dijo, “La riqueza, el lujo, la indolencia son las cusas del aburrimiento.” Humphrey le dijo, “¿Y qué puedo hacer? Aconséjame algo.” Bastin le dijo, “¿Porqué no haces un viaje? Te haría bien cambiar de ambiente.”  Humphrey dijo, “Pasé años fuera de Inglaterra.” Bastin dijo, “Pero preocupado de hacer fortuna. Ahora seria por placer. Hay tantas maravillas que ver.” Albert dijo, “Bastin tiene razón, ¿Porqué no haces un recorrido por Europa visitando las principales zonas arqueológicas?” Humphrey dijo, “Sí, creo que es buena idea.”
     Siguiendo el consejo de sus amigos, Humphrey preparó el viaje, y dos meses después llegaba a Italia, pensando, “Albert me dio una tarjeta para el embajador ingles en Roma. Lo iré a ver. No tengo interés en intimar con él, pero según Albert, es un experto en arqueología y me puede orientar sobre el tema.” Ya en la embajada, Humphrey pidió hablar con Sir Upton, quien lo recibió de inmediato, diciendo, “Así que es usted amigo del doctor Bickley. Me da gusto conocerlo.” Después de hablar sobre Inglaterra, Humphrey le explicó la razón de su visita. El embajador le dijo, “Por supuesto que le indicare los lugares que debe ver. Ahora tengo una reunión, pero venga esta noche a cenar a mi casa.” Humphrey dijo, “Señor embajador no quisiera molestarlo. Si está ocupado yo…” El embajador dijo, “Sera un placer recibirlo, los amigos del doctor Bickley también son míos. Él salvó la vida de mi esposa.”
     Esa noche cuando Humphrey llegó a la residencia del embajador, el embajador le dijo, “Me alegra que ya esté aquí. Venga conmigo. Lo presentaré.” Después de presentarle a los numerosos invitados, el embajador lo llevo ante una bella joven, y le dijo, “Señor Humphrey Arbuthnot, mi hija Natalia. Ella podrá guiarlo mejor que yo. Es una verdadera arqueóloga.” Dicho esto, el embajador los dejó solos. “Mi padre exagera, pero trataré de ayudarlo en lo que pueda.”  Dijo su hija. Hasta que pasaron a cenar, no dejaron de hablar un instante. Humphrey pensó, “Es bella inteligente, dulce. La mujer más maravillosa que he conocido.” Ella pensó, “Qué apuesto, simpático y agradable. Me siento feliz de que mi padre lo haya invitado.” Después de la cena, hubo baile y todos los invitados notaron que Humphrey y Natalia no se separaron un instante. La madre de Natalia dijo, “Nuestra hija está llamando la atención.” El embajador dijo, “Déjala, él es un distinguido caballero.” Cuando llegó la hora de despedirse, Humphrey dijo, “¿Entonces puedo pasar a buscarla mañana?” Natalia dijo, “Sí, iremos al Coliseo. Será una visita muy interesante.”
     Humphrey se dirigió al hotel como si estuviera en otro mundo, pensado, “¡Natalia!¡La amo! Me he enamorado de ella. Nunca había sido tan feliz.” Diariamente la pareja salía a recorrer las ruinas romanas. Pasó un mes y una tarde, Humphrey se declaró, “Natalia, ya no puedo callar mas lo que mi corazón quiere gritar, ¡Te amo! ¡Te amo desde el día que te conocí!” Natalia dijo, “¡Humphrey!¡Y yo que temía no ser correspondida!” Allí, al abrigo de las milenarias ruinas se dieron su primer beso. Tres meses después, Humphrey regresaba a Inglaterra, pero acompañado de su bella y adorada esposa. Humphrey decía, mientras viajaban en el carruaje, “Ese será tu hogar vida mía.” Natalia dijo, “¡Qué hermosa casa! Gracias, amor mío, por hacerme tan feliz.” En la mansión les aguardaban Bastin y Albert. Bastin dijo, “Siempre supe que estaban hechos el uno para el otro. Sabía que si ibas a Roma y conocías a Natalia volverías casado.” Albert agregó, “Los felicito. Sé que serán muy felices.”
     Pasaron los meses. Todo era felicidad en la mansión y más aún cuando se supo que Natalia esperaba un hijo. Al verlos, Bastin dijo, “Lo mejor que Humphrey ha hecho en su vida es casarse. Nunca un hombre y una mujer han sido más dichosos que ellos.” Albert dijo, “Así es, se adoran. Es de esperar que siempre sea así.” Siguió pasando el tiempo y cuando faltaba poco para que Natalia diera a Luz, Humphrey dijo, “Mi amor, ¿qué tienes? Te he notado un poco decaída, ¿te sientes mal?” Ella le dijo, “No querido, estoy bien. Solo que he tenido un triste presentimiento.” Humphrey le dijo, “Mi amor, no te preocupes. Nada malo puede sucedernos.” Ella dijo, “Humphrey, creo que nuestra unión va a romperse. Creo que tendré que dejarte.” Él la miró alarmado, diciendo, “¿Dejarme?” Ella dijo, “Sí, mi vida. Aún contra mi voluntad la muerte vendrá por mí.” Él le dijo, “¡Oh Dios mío!¡No digas eso!” Ella dijo, “Escúchame. Te suplico que no sufras, pues estoy segura de que nos volveremos a encontrar. No sé cómo, cuando, ni dónde. He rogado a Dios para que me ilumine. Pero la luz no ha llegado.” Él le dijo, “Natalia, mi vida. No pienses en esas cosas. Estaremos juntos mucho tiempo. Hasta que los dos seamos ancianos.” Ella le dijo, “Te suplico me prometas que si algo me pasa esperarás confiado hasta que nos volvamos a encontrar. ¡Prométemelo!” Él le dijo, “¡Sí, lo que quieras, pero ya no hables más de esto.”
     Los días y las semanas pasaron y llegó el esperado acontecimiento. Humphrey estaba nervioso por el nacimiento de su hijo. Bastin le dijo, “¡Cálmate! Rézale a Dios. Es el único que puede decidir sobre la vida de sus criaturas.” Humphrey dijo a Bastin, “Albert lleva horas allí adentro. Si me permitiera estar junto a ella.” En ese momento, Albert salió de la habitación diciendo, “Lo siento Humphrey. Era una niña, nació muerta.” Humphrey dijo, “¿Y Natalia cómo está?” Albert le dijo, “Amigo, debes tener valor. Se encuentra muy mal. Ve a verla. Le queda muy poca vida.” Humphrey dijo, “¡No es posible!¡Mi adorada esposa!” Tratando de controlar su desesperación, él entró en la recamara. Postrada en cama, ella le dijo, “Querido mío. No estés triste. Todo va bien. Ahora se donde nos volveremos a encontrar.” Humphrey pensó, “¡Pobrecita, esta delirando!” Ella continuó, “Ve donde te parezca ser llamado. Es muy lejos. Allí estaré. Adiós por un tiempo, amor mío…querido…” Humphrey dijo, “¡Natalia, te amo!¡No permitiré que me dejes!” Pero la mano de ella resbaló de entre las suyas. Humphrey dijo, “¡Oh, no!¡Natalia, Natalia!¡Cómo podré vivir sin ti!”
     Ante la consternación de todos los que conocían a Humphrey, su esposa e hija fueron enterradas en el cementerio de la mansión. El sacerdote que ofició la ceremonia dijo, “Que Dios la reciba en su santo seno.” En los días siguientes, Humphrey se consumió en una lenta agonía. A menudo iba a la tumba de ella con flores y pensaba, “¡Aquí está mi adorada!¡Cómo quisiera ir a su lado!” Pasaron los meses. Ya hacia medio año que Natalia había muerto y Humphrey no encontraba conformidad. Una mañana, mientras Humphrey era atendido por Bastin, sentado en su sillón, Albert dijo, “Buenos Días. ¿Qué sucede?¿Estás enfermo Humphrey?” Bastin dijo, “No. Solo es un resfrío. Pero le estoy diciendo que debe tratar de sobreponerse. No puede seguir así o se volverá loco.” Albert dijo, “Sí amigo. Nos preocupa tu estado. Dios dispone las cosas y sabe porqué lo hace.” Humphrey dijo, “He tratado de conformarme pero todo aquí me recuerda mi dicha pasada. Quizá deba alejarme de este lugar.” Bastin dijo, mostrando un periódico, “Puede ser que sea lo mejor. Yo por mi parte si pudiera, ¡Iría hasta las islas de los mares del sur a buscar al que escribió esto!” Humphrey dijo, “¿De qué se trata?” Bastin dijo, “Se calumnia groseramente a los misioneros que vayan a esas islas, especialmente a los de mi orden.” Humphrey dijo, “Déjame ver.” Furiosos, Bastin le pasó el periódico. Después de verlo, Humphrey dijo, “¡Qué bello lugar! Las playas llenas de vegetación e iluminadas por un ardiente sol.” Poco después Albert y Bastin se despidieron y Humphrey se quedó leyendo el artículo, pensando, “Aquí se habla maravillas de esos lugares. Creo que esas islas serian el sitio ideal para descansar. Allí siempre hay sol. El paisaje, la diferencia de vida me ayudaran a olvidar. Porque no ir y escapar de este frio invierno británico y de tantos dolorosos recuerdos. Quizá pueda convencer a Albert y a Bastin para que me acompañen. Les vendrían bien unas vacaciones.”
     El resto del día lo pasó pensando en su proyecto. Esa noche, cuando se durmió, soñó a su amada, quien estando en una isla le decía, “¡Humphrey, Humphrey! Ven a mí.” Despertó sobresaltado. Le parecía que todo había sido real, y pensó, “Era Natalia y me llamaba. Estaba en una isla. Iré aunque sea solo.” Al día siguiente, totalmente decidido a llevar a cabo su plan, invitó a sus amigos a cenar. Una vez estando sentados a la mesa, Humphrey le dijo, “Los veo muy demacrados. Creo que necesitan unas vacaciones.” Albert dijo, “Es cierto, le dije ayer a Bastin que debía descansar. Yo también me siento agotado.” Bastin dijo, “¡Si pudiera ir a un lugar con sol! Estos inviernos ingleses me matan.” Albert dijo, “A mi igual. Creo que tendré que dejar a mis pacientes una temporada.” Humphrey dijo, “Me alegra que ambos estén de acuerdo. Pues voy a proponerles algo. Quiero ir a las islas de los mares del sur…Pienso que allí lograré calmar mi pena. Estaría muy contento de llevarlos como invitados.”  Bastin dijo, “¡Seria maravilloso! Quizá yo pueda encontrar y decirle algunas cosas al autor de ese artículo en que se nos calumnia.” Albert dijo, “Ciertamente seria fabulosos, pero, ¿En qué nos iríamos?” Humphrey dijo, “Ya he pensado en ello. Rentaré un yate. En Londres hay una agencia que los alquila. Ellos ponen la tripulación.”
     Dos meses después los tres amigos se encontraban en el “Estrella del Sur” en medio del océano. Ya en tripulación Albert dijo a Humphrey, “Tuviste una gran idea al hacer este viaje. En los días que llevamos navegando has cambiado mucho.” Humphrey dijo, “Sí, me siento más feliz de lo que he estado en muchos meses.” La travesía era agradable y no tenían tiempo de aburrirse ya que pasaban largas horas estudiando las lenguas de los nativos de las islas. Mientras leía Humphrey dijo, “Cuando lleguemos nos haremos comprender perfectamente.” Bastin dijo, “Eso es muy importante para evitar tener problemas con los isleños.” Deteniéndose solo en algunos puertos para cargar víveres poco a poco se fueron acercando a las islas de los mares del sur. El capitán del barco les dijo, “Estamos próximos a Samoa. Si continua este excelente tiempo, en dos días llegaremos.” Humphrey le dijo, “La verdad capitán es que hemos tenido muy buena suerte durante todo el viaje.” Pero al caer la tarde una extraña calma se sintió en el aire. El capitán les dijo, “Señores vayan a sus camarotes y no salgan de ellos. Se aproxima un tifón de la peor especie.” Humphrey dijo, “¿Podemos ayudar en algo capitán?” El capitán dijo, “No, a veces hasta el más avezado marino es incompetente en estos casos y ustedes no saben nada de navegación.” Humphrey dijo, “Entonces nos quedaremos aquí. Es mejor estar los tres juntos.”
     Poco después estallaba la tormenta. Los maderos del yate no dejaban de crujir, y uno de los mástiles se partió. Bastin dijo, “¿Qué fue eso?” Humphrey gritó, “Algo que se rompió. Si esto sigue así, no tendremos salvación.” Durante horas, la pequeña embarcación fue llevada y traída por las olas. Atemorizados los tres amigos esperaban la muerte a cada instante. De pronto, el barco empezó a girar. Bastin gritó, “¡Señor, apiádate de nosotros!” Albert gritó, “¡Nos estamos dando vuelta!” Después de un fuerte crujido, todo empezó a girar. Cuando llego el amanecer Humphrey despertó y dijo, “¡Ayyy!¡Oh, aún estamos en el estrella del sur!” Humphrey de inmediato se acercó a sus amigos, y dijo, “¡Albert! ¡Bastin! Es de día y parece que nos hemos salvado.” Se pusieron de pie y salieron a cubierta. Albert notó algo y dijo, “¡El yate se ha partido en dos!” Humphrey dijo, “Una gran ola nos debe de haber arrojado aquí. Estamos en un isla.” Bastin dijo, “¿Qué habrá sido de la tripulación y el capitán?” Albert dijo, “Se deben haber ahogado.” En ese momento, Albert miró a la playa y dijo, “¡Miren!” Humphrey dijo, “Son habitante de esta isla. No parecen acostumbrados a ver hombres blancos. Quizá esta isla no ha sido pisada por misioneros.” Bastin dijo, “En tal caso mis oportunidades serán grandes. Podre convertirlos a nuestra religión.” Albert dijo, “Bajemos a ver qué sucede.”
     Cuando descendieron de lo que quedaba del yate, los nativos huyeron. Humphrey dijo, “Huyen, creo que nos temen.” Albert, con un fusil en mano dijo, “No nos alejemos. Es mejor no confiarse. Seguro que regresaran…” Efectivamente una hora después, Humphrey dijo desde el yate, “¡Ya vienen! Los guía un hombre que parece ser el jefe.” La multitud avanzó con cautela. Albert dijo, “El que parece ser el jefe tiene un tremendo tumor en el cuello.” Humphrey dijo, “Creo que desean hablarnos.” El hombre de la capa habló en una lengua que comprendieron de inmediato. El hombre dijo, “Soy Marama, el jefe de esta isla.” Humphrey dijo, “¿Cómo se llama este lugar?” El hombre contestó, “Orofena, en honor a nuestro Dios oro. Nunca hemos visto hombres como ustedes. ¿Quién les trajo hasta este lugar?” Desde el yate Humphrey le dijo, “Los Dioses del viento y del mar.” Humphrey se dio cuenta que los había impresionado y siguió hablándoles de la misma forma. Un anciano nativo con un arreglo de plumas en su frente dijo, “Sabíamos que vendrían. Estaba escrito.” El jefe nativo dijo, “Preferíamos que lo hubieran hecho más pacíficamente.” Humphrey dijo, “Deberían agradecer que en nuestra bondad les hubiéramos perdonado la vida.” El jefe nativo preguntó, “¿Qué vienen a hacer aquí?” Albert dijo, “Venimos a quitarte ese tumor, y también a curar todas las enfermedades de tu pueblo.” Bastin agregó, “Y yo vengo a traerles al verdadero y único Dios.” El anciano de plumaje dijo “No queremos otro Dios. El nuestro es oro, pero desearíamos que nos curara las enfermedades.” El jefe dijo, “Si lo hacen los adoraremos y los respetaremos. ¿Cuándo me quitaran esto que tengo en el cuello?” Albert dijo, “Mañana, pero si se les ocurre hacernos daño, haremos que venga una catástrofe que destruirá la isla.”
     Cuando los nativos se retiraron, los tres hombres se prepararon y fueron a sus respectivas maletas. Bastin dijo, “Por suerte nuestro equipaje estaba en esta parte del yate.” Albert dijo, “Se salvó todo nuestro instrumental de todas las medicinas que traje.” Bastin dijo, “En el compartimiento de ropa encontré muchas conservas y embutidos. Y por fortuna uno de los botes salvavidas quedo intacto.” Humphrey dijo, “En él podríamos irnos si quisiéramos, pero ¿dónde? No sabemos si hay otra isla cerca.” Bastin dijo, “Es mejor que nos quedemos aquí. La providencia debe haberme andado. Debo convertir a estos isleños.” Humphrey dijo, “Ten cuidado Bastin. Podemos meternos en un lío al interferir en la religión de estas gente.” Esa noche los tres hombres durmieron en los restos del naufragio. A la mañana siguiente, Albert dijo desde cubierta, “Allí vienen los nativos. Estemos alertas por si pretenden hacernos una jugarreta.” Bastin dijo, “No creo que esas sean sus intenciones. Se fueron convencidos de que tenemos grandes poderes.” Marama se acercó seguido por sus hechiceros, diciendo, “Vengo a que cumplan la promesa del librarme del mal que me aqueja.” Albert dijo desde la proa del barco, “Sube para revisar tu cuello.” Después de dudar un instante, Marana subió a los restos del yate. Después de revisarlo Albert dijo, “Puedo extirparlo con toda seguridad.” Humphrey dijo, “Entonces manos a la obra.” Mientras hacían los preparativos para la operación, los isleños trajeron un ídolo de madera. Marama dijo, “Ante nuestro Dios oro, juramos respetarlos. Serán huéspedes de esta tierra.” El anciano dijo, “Pero jamás deberán injuriar a nuestro Dios, ni poner un pie en la isla que hay en medio del lago.”
     Esa tarde en el barco tuvo lugar la operación. Al terminar, Albert dijo, “Ya está, cuando despierte de la anestesia deberá quedarse descansando aquí.” Horas después, el anciano dijo, “Nuestro jefe está bien. Este hombre le ha quitado su mal para siempre.” Uno de los nativos gritó, “Viva el gran curandero blanco.” Al día siguiente, Marama se presentó ante su pueblo, después de estar curado, y dijo estando aún en la proa del barco, “Vengan conmigo al interior de la isla. Les daremos la mejor cabaña que tenemos.” Los tres hombres fueron llevados hasta un bellísimo paraje. Albert dijo, “¡Qué maravilloso paisaje! Ese es el lago y aquella debe ser la isla a la que se referían los hechiceros.” Humphrey dijo, “Es mejor no acercarnos a ella para no despertar la ira de los nativos.” Bastin dijo, “Quizá más adelante nos permitan llegar hasta allá.”
     En los días siguientes Albert se dedicó a curar a los enfermos y Bastin trato de convertir a los isleños. Albert dijo, “La verdad es que tenemos mucho trabajo aquí. Todos los días me acuesto dormido.” Humphrey dijo, “Así es. Me he ganado una reputación de sabio y me toman como juez para cualquier problema. Estoy siempre ocupado.” Una tarde que Humphrey salió a caminar llegó a un lugar que había dos canoas, en un pequeño muelle en el lago, y pensó, “¿Y si me subiera a una de ellas y fuera hasta la isla? Quizá haya algo interesante allí.” Iba a hacerlo cuando escuchó la voz del jefe nativo, “Amigo, ¿A dónde vas?” Humphrey dijo, “A remar un rato por el lago jefe.” El jefe dijo, “¿De veras?¿Tan mal te hemos tratado que estas cansado de la vida?” Humphrey dijo, “¿Qué quieres decir?” El jefe dijo, “Ya te hemos dicho que esa isla es sagrada. Si pones los pies allí morirás. Aunque seas poderoso no te libraras.” Humphrey dijo, “¿Entonces para qué son las canoas?” El jefe dijo, “Para llevar ofrendas al dios Oro, las dejamos en la orilla.” Humphrey dijo, “Bien Marama, no iré, pero dime, ¿Quién hizo esas terrazas en la isla?” Marama dijo, “No lo sabemos. Nuestros antepasados nos contaron que esa isla apareció después de un gran terremoto.” Humphrey dijo, “Ah, entiendo.”
     Pensando en lo que le dijo Marama, Humphrey regresó a la cabaña donde encontró a Bastin muy molesto. Humphrey le dijo, “¿Qué te sucede?” Bastin dijo, “¡No hay caso! Mientras exista el ídolo que representa a Oro, jamás los convertiré. No me permiten que los bautice porque dicen que el espectro del ídolo los asesinará.” Humphrey dijo, “Y el espectro son los hechiceros, ¿Verdad?” Bastin dijo, “Por supuesto, son unos demonios, ¿Puedes creer que hacen sacrificios humanos? Esta noche habrá una gran ceremonia y…” Humphrey dijo, “Bastin, nada podemos hacer. Es mejor que no nos involucremos o los sacrificados seremos nosotros.” En ese momento, Humphrey fue llamado por alguien y se olvido del asunto. Esa noche, mientras descansaban leyendo en la cabaña, Albert dijo, “¿Dónde está Bastin?” Humphrey dijo, “No lo sé. Estuve con él esta tarde, y no lo he vuelto a ver.” Enseguida, ambos fueron interrumpidos por los gritos de una mujer, gritando, “¡Van a matar al predicador blanco! ¡Lo van a quemar vivo!” Humphrey dijo, “¡Bastin se metió en un lío!¡Vamos en su ayuda!” Albert dijo, “¡Llevemos nuestras armas! ¡Vamos a necesitarlas!” Sin perder tiempo, corrieron a salvar a su amigo guiados por la nativa que les había avisado.  Mientras corrían, Humphrey dijo, “¿Qué ocurrió? ¿Porqué lo van a matar?” Ella dijo, “Cuando iba a empezar a ceremonia en honor a Dios Oro, apareció el predicador y pe prendió fuego. ¡Lo mojó con un líquido. Le arrojó una antorcha y el dios ardió de inmediato. ¡Los hechiceros no pudieron hacer nada para salvarlo.” Albert dijo, “El muy bestia usó el petróleo que teníamos para las lámparas, ¡Le dijimos que no se metiera en líos!”
     Cuando llegaron al lugar de la ceremonia vieron a Bastin atado a un poste con ramas a su alrededor  con la intención de ser quemado. Humphrey dijo, “¿Qué sucede Marama?¿Porqué tienen al predicador atado?” Marama dijo, “Destruyó nuestro Dios. Debe ser sacrificado para calmar la ira de Oro.” Humphrey dijo, “Estas equivocado. Si Oro fuera poderoso, el predicador no lo hubiera podido destruir.” Otro de los nativos dijo, “¡No lo escuches Marama!¡Debemos sacrificar a ese hombre o terribles catástrofes caerán sobre nosotros!” Viendo que los nativos estaban dispuestos a hacer lo que decía el hechicero, Albert tomo su arma y decidió actuar, diciendo, “Ustedes me llaman el gran curandero. Les demostraré que también puedo matar si me tocan…” Antes que pudiera continuar hablando, un hechicero levanto su lanza para atravesarlo. Albert disparó su arma. Los nativos miraron con asombro al hechicero muerto y luego corrieron despavoridos. Mientras sus compañeros lo desataban, Bastin dijo, “Y ahora, ¿qué haremos?” Humphrey dijo, “¡Huir, cuando se les pase la impresión regresaran por nosotros!”  Albert dijo, “¿A dónde iremos?¿Al yate?” Humphrey dijo, “No. Cuando no nos encuentren nos buscaran allí. Vayamos a la isla del lago. Allí no nos seguirán.”
     Los tres fueron corriendo hacia el lago, donde encontraron una canoa llena de ofrendas. Albert dijo, “¡Vámonos en esa! Tendremos comida para varios días.” Humphrey dijo, “Si. No sabemos si en la isla encontraremos algo con qué alimentarnos.” Cuando estaban en la mitad del lago, miraron hacia la orilla y Albert dijo, “¡Miren, han regresado!¡Espero que no se atrevan a seguirnos!” Humphrey dijo, “¡Rememos rápido!¡Mientras más nos alejemos de ellos será mejor!” Cuando llegaron a la isla, desembarcaron y Humphrey dijo, “Creo que es mejor dejar todo en la canoa y tendernos a dormir. Mañana veremos qué hacer.” Albert dijo, “Yo me quedare en guardia unas horas y luego uno de ustedes me relevará.” La noche transcurrió sin problema. Al día siguiente, avanzaron hacia el interior de la isla y encontraron una especia de montículo escalonado. Humphrey dijo, “¡Qué extraño lugar!¡Esto debe tener miles de años!” Bastin dijo, “Esas escaleras conducen directamente a aquella entrada. ¿Qué habrá en el interior?” Albert dijo, “Propongo que comamos algo y liego nos dedicaremos a investigar.” Bastin dijo, “Es una buena idea. ¡Estoy hambriento!”
     Después de desayunar subieron hacia la entrada. Antes de entrar a la cueva, Humphrey dijo, “Esta muy oscuro. ¡Si tuviéramos una luz!” Albert dijo, “Yo tengo velas en mi bolsillo. Tomé unas cuando anoche me dirigía al bosque.” Los tres prendieron las velas y entraron. Humphrey dijo, “Las paredes están tan pulidas que parece mármol.” Bastin dijo, “¡Da la impresión que el piso fuera de baldosas!” Los tres avanzaron hasta llegar a una inmensa sala. De repente Bastin exclamó, “¡Oh!” Albert dijo, “¡Una estatua aquí!” Se acercaron impresionados. Humphrey acercó la vela y dijo, “¿Quién habrá hecho esto?¡Es una escultura maravillosa!” Albert dijo, “La piedra parece basalto.” La estuvieron examinando por mucho tiempo. Bastin dijo, “El rostro de esta estatua es igual al del ídolo de madera.” Humphrey dijo, “¡Es verdad! ¡Tiene la misma nariz larga y la boca severa!” Albert dijo, “No me puedo imaginar quien la habrá hecho y como la pusieron aquí.” Humphrey dijo, “Creo que es mejor que salgamos. Las velas se están consumiendo y las podríamos necesitar más tarde.” Bastin dijo, “Tienes razón. Podríamos dar vueltas a la isla para ver si encontramos algún indicio.” Humphrey dijo, “La verdad es que estoy impresionado. Buscaremos algo mejor para alumbrarnos y regresaremos.” Cuando los tres salieron de la cueva, Albert dijo, “¡Allí viene Marama con uno de los hechiceros!” Humphrey dijo, “Bajemos a ver qué quieren.” Esperaron hasta que la canoa estuvo suficientemente cerca como para poder conversar. Marama dijo, “Hemos venido a rogar al sabio y al gran curandero para que vuelva con nosotros como huéspedes. Mi pueblo esta triste porque ha perdido al que sana y al que imparte justicia.” Humphrey dijo, “¿Y qué hay del predicador?” Marama dijo, “A él debemos sacrificarlo, ya que destruyó a nuestro Dios.” Humphrey dijo, “¡Estás loco Marama! Nos quedaremos aquí y haremos caer grandes calamidades sobre ustedes.” Marama dijo desde su canoa, “¡No digas eso por favor!” Humphrey dijo, “Entramos a la gruta que esta allá arriba y hemos visto al Dios que vive allí. Ese es el verdadero dios Oro y se alegra que el dios falso haya sido destruido.” Albert agregó, “Y ordena que todos los días nos traigan comida.” Humphrey dijo, “Y también que nos traigan todas las cosas que tenemos en la cabaña.” Marama dijo, “¿Y si no obedecemos?” Humphrey dijo, “Entonces Oro les enviará la muerte y la destrucción.” Marama dijo, “Amigos, haremos lo que dios quiere, pero díganle que no haga caer desgracias sobre nosotros.”
     Después de decir eso, Marama y el hechicero empezaron a remar alejándose del lugar. Al verlos partir, Humphrey dijo, “Han capitulado. Harán lo que les dijimos.” Albert dijo, “Espero que así sea y que nos traigan las cosas que dejamos en la cabaña.” Bastin dijo, “¡Que Dios nos perdona por todas las mentiras que hemos dicho!” Albert dijo, “No te preocupes. Estoy seguro de que nos comprende.” Por la tarde decidieron regresar al lugar donde estaba la estatua. Albert tomó un madero y dijo, “Este madero nos servirá de antorcha.” Humphrey dijo, “Y también llevaré éste otro por si nos hace falta.” Ya con más luz, pudieron observar detalladamente la estatua. Mientras Bastin y Albert alumbraban con sus antorchas, Humphrey se inclinó y dijo, “¡Vengan!¡Agáchense junto a mí y huelan!¡Por aquí sale un aroma muy agradable!” De inmediato Bastin y Albert se acercaron. Bastin dijo, “Tienes razón. Es como si fuera a esencia de rosas.” Albert dijo, “¡Esta estatua oculta algo!¡Si pudiéramos moverla!” Albert exploró algo en el muro, y dijo, “¡Aquí hay un hueco! Háganse para atrás y meteré el palo.” Albert metió la estaca con fuerza y de inmediato la estatua se movió. Humphrey dijo, “¡No es posible!” Bastin dijo, “¡Santo Dios!” Sin dar crédito a lo que estaba viendo, contemplaron el espacio abierto. Humphrey dijo, “¡Una cripta!” Bastin dijo, “¡Hay dos féretros y son de cristal!” Tras unos segundos de duda, entraron al lugar. Bastin dijo, “¡Es de aquí dónde salía ese maravilloso olor!” Humphrey dijo, “¡En éste féretro hay un anciano!” Albert dijo, “¡Observen su rostro! ¡Se parece al de la estatua!” Humphrey se acercó y dijo, “¡Es cierto, tiene la misma nariz y boca! ¡Qué imponente dignidad refleja todo él!” Albert dijo, “Su cara esta blanca como cera pero en sus mejillas huy un ligero tono rosado.” Bastin dijo, “¡Qué perfecta conservación de un cadáver! ¡Da la impresión de que está…dormido!” Bastin dijo, “¡Veremos el otro féretro!” Al inclinarse sobre el otro féretro, el cual contenía el cuerpo de una mujer, Humphrey dijo, “¡Qué criatura tan bella! Hay algo en ella que…” Albert dijo, “¡Miren!¡Aquí hay unos pequeños orificios!¡El aire puede entrar en ellos!” Bastin agregó, “¡Todo esto me hace pensar en cosas que no pueden ser!¡Salgamos de aquí y meditemos sobre  ello!” Humphrey estuvo de acuerdo y dijo, “Sí, necesito aire. Este ambiente me sofoca y me hace ver visiones.”
     Los tres salieron en silencio, y cuando llegaron afuera, Albert dijo, “Los nativos estuvieron aquí. Allí dejaron todo lo que les pedimos.” Humphrey dijo, “Quiere decir que están temerosos de lo que les podamos hacer.” De inmediato fueron por sus cosas. Bastin dijo, “Haré un poco de té. Eso nos repondrá de la fuerte impresión que recibimos.” Mientras Bastin preparaba el té, Albert se dedicó a otros menesteres. Bastin pensó al verlo, “Me temo que Albert trama algo.” Después que comieron, Albert dijo, “Volvamos a la cripta. Quiero ver todo eso de nuevo.” Se dirigieron al interior de la cripta nuevamente. Humphrey con su antorcha en mano dijo, “Abrir esos féretros. Estoy seguro que los cuerpos se desintegrarán al sacarlos pero si no es así…” Al acercarse al féretro del hombre barbado, Albert dijo, “Humphrey pásame el termómetro. Tomaré la temperatura.” Albert puso el termómetro frente al anciano. Espero unos minutos y luego lo sacó, diciendo, “Tiene la temperatura normal del cuerpo humano.” Humphrey dijo, “Saquémoslo de allí, para ver cómo reacciona afuera.” No les fue difícil, ya que el cuerpo no estaba rígido. Humphrey volvió la mirada al féretro de cristal que ahora estaba vacío, y dijo, “¡Mira! Debajo de él había unas pequeñas láminas que dan una luz fosforescente.” Albert dijo, mientras sostenía el cuerpo, “Debe ser radio o algo parecido, por eso se mantiene la temperatura.” Pusieron al cuerpo en el suelo, esperando a que se descompusiera pero nada sucedió. Albert dijo, “Aunque no me lo crean, me parece que no está muerto. Le pondré una inyección para ver si reacciona.” Acto seguido procedió a inyectarla. Mientras lo inyectaba, Albert dijo, “Si está vivo, esto lo hará…” Humphrey dijo, “¡Cielos, ha movido los párpados, aunque muy brevemente!” Albert puso su oído en el pecho del hombre, y dijo, “Creo que el corazón empieza a latir. Pásenme el termo con té.” En ese momento el viejo abrió los ojos. Albert le dio el té y le dijo, “Tóme, esto le hará bien.” Humphrey dijo, “¡Lo estoy viendo y apenas puedo creerlo!” El anciano bebió ávidamente. El efecto estimulante del té lo hizo reaccionar. El hombre ya recuperado apuntó hacia el otro féretro diciendo, “Hay que despertarla a ella.” Humphrey dijo, “Sí, de inmediato lo haremos.” Al ver que la iban a inyectar, el anciano se acercó, diciendo, “¡No, a ella no! ¡Déjenla!” El anciano se paro frente al féretro y los tres hombres se apartaron. El anciano comenzó a poner sus manos arriba de la cara de la mujer sin tocarla. Albert dijo, “¡Está haciendo pases hipnóticos! No creo que resulte.” Pero a los pocos minutos la hermosa mujer abrió los ojos. Entonces la sacaron de la caja de cristal. El anciano y la mujer se abrazaron. Albert dijo, “Ambos esta tiritando de frio. El cambio de temperatura les puede hacer mal.” Bastin dijo, “Afuera hay sol. Saquémoslos de aquí.” Humphrey dijo, “Están muy débiles. No pueden caminar. Yo llevaré a la joven y ustedes ayuden al anciano.”
     Momentos después salían a la explanada. Albert dijo, “Ofrezcámosles fruta. Quizá eso les haga adquirir fuerzas.” Humphrey dijo, “Sí, ojalá después nos hablen pues hasta ahora se han limitado a mirarnos.” Pusieron algunas frutas delante de ellos que de inmediato empezaron a comer. Bastin dijo, “Al parecer están recobrando las fuerzas.” Humphrey dijo, “Los interrogaré, al parecer ya pueden responder.” Humphrey se acercó a ellos, “¿Quiénes son ustedes?¿Cómo se llaman?” La mujer dijo, “Yo soy Iva, y él es mi padre, Oro, un gran hombre un gran rey.” Humphrey dijo, “¿Cuánto tiempo han estado durmiendo en esta cripta Iva?” Iva dijo, “Las estrellas se lo dirán a mi padre esta noche.” En ese instante el anciano se inclino hacia su hija y le dijo algo en voz baja. Iva dijo, “Mi padre y yo iremos a descansar. No deben seguirnos. Quizá regresemos esta noche.” Se pusieron de pie e ingresaron a la caverna desapareciendo poco después. Albert dijo, “No entiendo nada. Hasta creo que he soñado todo esto.” Humphrey dijo, “No. Todo lo sucedido es real. Ahora solo nos queda esperar que regresen y nos aclaren quiénes son.”
     Los tres hombres pasaron el resto de la tarde hablando de lo sucedido. Por la noche, agotados por las emociones, se acostaron a dormir a campo abierto, en una tienda de campaña. Estaban tan cansados que descuidaron la vigilancia. Los nativos iban rumbo a la isla en dos canoas. Mientras remaban uno de los nativos dijo, “Los tomaremos por sorpresa, y cuando sean nuestros prisioneros, Marama no podrá oponerse a que los sacrifiquemos.” Otro nativo dijo, “Pagaran con su vida la ofensa a nuestro Dios.” Los nativos desembarcaron silenciosamente y cayeron sobre los hombres. Bastin despertó y dijo, “¿Qué sucede?” Albert dijo, “¡Déjenos!” Antes de que pudieran hacer algo fueron dominados. Mientras los llevaban presos, un jefe nativo dijo, “Los quemaremos por desagradar a Oro.” De pronto, el anciano, salió de la caverna y bajo las escaleras vestido de rey, diciendo, “¿Qué hacen con esos hombres?” Los isleños se volvieron hacia donde salía la voz. Un nativo gritó, “¡El dios Oro, el dios Oro!” Los nativos trataron de huir pero Oro los paralizó con un haz de luz, diciendo, “¡Pretendían matar a los que están protegidos por mi!” Oro señaló con su dedo al jefe nativo diciendo, “¡Tú, recibe la maldición de Oro!” Un horrible espectáculo fue presenciado entonces por todos los que estaba ahí. El nativo cayó al suelo. Albert dijo, “¡Le ha destrozado el cerebro mediante hipnotismo!” Humphrey dijo, “Es algo espantoso.” Oro se dirigió al resto de los nativos, diciendo, “Suelten a los que tienen prisioneros y llévense al que ha muerto para que lo muestren a los otros. ¡No pretendan volver a hacer daño a los que Oro protege!” Los nativos se apresuraron a obedecer y en pocos minutos se retiraron. Iva se acercó y dijo, “Ya están ustedes a salvo.” Bastin dijo, “Estuvimos a punto de ser llevados por ellos.” Mientras tanto Oro veía unos dibujos en un pedazo de metal en forma de rectángulo. Humphrey dijo, “¿Qué está haciendo su padre?” Iva dijo, “Antes de dormirnos hizo un mapa con la posición de las estrellas en esa época. Está observando cómo están ahora las estrellas para saber cuánto tiempo estuvimos en el féretro.” Cuando oro se acercó dijo, “Hija, hemos dormido exactamente el tiempo que calculé. Doscientos cincuenta mil años.” Humphrey dijo, “¡Eso es imposible! ¿Quiénes son ustedes?¿Porqué estaban en esa cripta?” Oro dijo, “Sé que es difícil que crean lo que he dicho, ya que los conocimientos de ustedes son muy limitados. Hoy ya es muy tarde. Mañana mi hija vendrá por ustedes para llevarlos a nuestra morada.” Iva dijo, “Allí les explicaremos lo que ahora no comprenden.”
     Al día siguiente los tres amigos que no habían podido dormir, esperaban anhelantes la llegada de Iva. Mientras ordenaban sus cosas y la tienda, Albert dijo, “¿Vendrá como lo prometió? ¿Y si desaparecen y nunca sabemos quiénes son?” Humphrey dijo, “No lo creo. El viejo me da un extraño recelo, pero a ella siento como si ya la conociera desde antes.” Batsin dijo, “Es verdad, cuando la vi en el féretro me recordó de inmediato a alguien. Pero no he podido saber quien” Albert dijo, “Es bellísima. A su alrededor hay una aureola que la hace parecer irreal.”
     A media mañana apareció la joven, diciendo, “¿Están dispuestos a acompañarme?  Si tienen miedo es mejor que se queden.” Humphrey dijo, “Iremos, después de todo lo que hemos visto no creo que quede mucho que nos pueda impresionar.” Iva los llevó hasta la cripta y allí toco una de las paredes que se movió haciendo un suave zumbido. Bastin dijo, “¡Oh!” Albert expresó, “¡El muro se está corriendo!” Asombrados, vieron una pequeña habitación. Iva dijo, “Pasen. Bajaremos a ver a mi padre.” Entraron y poco después sintieron que descendían a una increíble velocidad. Iva dijo, “No teman. Nada les pasará.” Bastin se llevó la mano a la frente y dijo, “¡Siempre he sufrido de vértigos!” Poco después llegaban a una ciudad futurista y moderna, iluminada de manera extraña. Humphrey preguntó, “¿Es una ciudad en el interior de la tierra?” Iva dijo, “Sí, es ciudad Nyo, que significa abajo.” Humphrey dijo, “¿Cómo es posible que llegue la luz aquí, si debemos estar a miles de metros de profundidad.” Iva dijo, “Es la luz del mundo subterráneo. Hemos aprendido a utilizarla. La Tierra está llena de luz ya que su corazón es fuego.”
     Atravesaron algunas avenidas y entraron en un gran edificio donde se dirigieron a un gran salón, parecido a un teatro. Iva dijo, “Siéntense por favor y miren hacia la pared, que esta frente a ustedes.” Los tres hombres se sentaron. Bastin dijo, “Sospecho que nos va a enseñar algo.” Albert dijo, “No estoy tranquilo. Todo esto es demasiado fantástico.” A pesar de las dudas, obedecieron. En la pared empezaron a aparecer imágenes. Iva dijo, “Allí pueden ver nuestro pueblo en su época de Gloria, hace mas de 250 mil años. Nuestro pueblo estaba orando por la raza de los hijos de la sabiduría y por ello nuestro rey gobernaba la tierra.” En la imagen observada  se vio cuando el rey dijo, “No es justo, los hijos de la sabiduría viven en su ciudad con gran pompa y el resto de los habitantes del planeta debemos obedecerlos.” Uno de los presentes en la mesa dijo, “¡Hay que acabar con ellos! Descubrir su secretos y usarlos para el bien de todos.” Iva siguió narrando, “Cuando mi padre subió al trono, los pueblos de la tierra estaban decididos a luchar contra nosotros.”  Enseguida apareció la imagen de una asamblea con los líderes del mundo, y uno de los dirigentes de la asamblea dijo, “Si todos nos unimos con los hijos de la sabiduría, los derrotaremos.” Otro dirigente dijo, “Cada nación tiene derecho a decidir su propio destino, no tenemos porque someternos a ellos.” Iva siguió narrando. “Los líderes de la tierra enviaron sus aviones y dejaron caer fuego sobre nuestra ciudad. Nuestro pueblo fue arrojado de la faz de la tierra debiendo refugiarse en Nyo.” Los tres hombres vieron una imagen donde aparecían Iva y el Rey sentados en un trono de audiencia, donde un hombre decía, “¡Gran señor! No podemos permanecer para siempre bajo la superficie del planeta, porque si así fuera, nuestro pueblo desaparecería.” Otro hombre dijo, “La mayor parte de nuestra población murió durante la guerra y en esta profundidad es imposible la procreación. Para vivir se necesita el sol, el aire, la vegetación, y aquí no tenemos nada de eso.” El otro hombre dijo, “Una delegación de las naciones confederadas, viene a proponernos la paz. ¿Quiere usted recibirla? Quizá sea la oportunidad de volver a la faz de la tierra.” El rey dijo, “Los recibiré pero no claudicaremos. Serán ellos los que deban aceptar nuestras condiciones.”
     Iva siguió narrando, “Los hijos de la sabiduría querían un gobierno absoluto, y el resto de los habitantes del planeta la libertad.” Los tres hombres continuaron observando la imagen en la pared, donde aparecían los dos hombres dialogando con el rey. Uno de los hombres dijo al rey, “El emisario fue elegido por todos los países para que dialogue con usted.” El rey dijo, “¡Háganlo pasar!” Enseguida apareció un hombre acompañado de los guardias del rey. El rey le dijo, “¿Cuáles son las condiciones de paz que ustedes proponen?” El emisario representante dijo, “Que ustedes, los hijos de la sabiduría, enseñen el saber a lo más ignorantes de las naciones, y que no vuelvan a tratar de someternos, a cambio de eso los dejaremos salir al exterior.” El rey dijo, “¿Eso es todo?” El emisario representante dijo, “No, también deseo desposarme con vuestra hija.” El rey se quedó estupefacto y dijo, “Hija, ¿Escuchaste eso?” Iva su hija contestó, “Sí padre. ¡Lo ámo y solo con él me casaré!¡Jamás me uniré a otro hombre aunque viva un millón de años!” Su padre el rey le dijo, “¡Calla! Estos bárbaros no solo quieren apoderarse de nuestra sabiduría, sino que también desean que uno de ellos mezcle su sangre con la futura reina de la Tierra! ¡Hasta este momento la piedad ha detenido mi mano, pero ahora los destrozaré! ¡Haré que los mares cubran la Tierra, que sus ciudades se hundan y desaparezcan!” El emisario dijo, “Nada de lo que diga me asusta. ¡Me casaré con su hija quiéralo o no!” Iva intervino y dijo, “¡Padre, te lo suplico!¡Calma tu furia y déjame ser feliz!” El rey dijo, “¡Retírate Iva!¡Guardias, maten a ese hombre!” La órden de su padre fue observada inmediatamente. Iva dijo, “¡Nooo!” Iva se desplomó de pesar. El representante yacía muerto ante el rey y los guardias. Entonces el rey dijo, “Lleven el cuerpo a los representantes de las naciones confederadas y envíen el mensaje que cumpliré mi promesa.”
     Iva continuó narrando, “Mi padre decidió utilizar las fuerzas físicas que actúan en el mundo y de las que solo él poseía el secreto. Así levo a cabo la amenaza de destruir las naciones que se rebelaron contra él. La mayor parte de la Tierra se hundió pero emergieron otros lugares que fueron habitados por los pocos sobrevivientes. Después de eso, la gente de nuestro pueblo fue desapareciendo poco a poco.” Los tres hombres continuaron viendo la imagen en la pared donde se proyectaba la figura del rey diciendo a Iva, “Hija, solo tú y yo hemos sobrevivido. Ha llegado el momento de que descansemos. Dormiremos durante siglos y despertaremos cuando una nueva civilización haya nacido. Entonces nuevamente los hijos de la sabiduría gobernaran el mundo.” Finalmente, Iva concluyó la narración, diciendo, “Mi padre me condujo a la cripta y allí me dio de beber un brebaje, diciéndome, ‘Hasta pronto hija.’” Aún no salían de su asombro cuando Iva dio por terminado su relato. Albert dijo, “No comprendo cómo pudo hacernos ver todo esto!” Bastin dijo, “¡Es como si hubiéramos visto fotografías en movimiento!” Iva dijo, “Todo lo que ha sucedido en el mundo puede ser visto y proyectado.” Humphrey dijo, “¡Pero eso pasó hace 250 mil años!” Iva le dijo, “Así es. Yo lo recordé, e hice que ustedes lo vieran. Nosotros tenemos poderes que a ustedes les sería muy difícil comprender.” Albert dijo, “¿Quiere decir que ustedes alcanzaron un alto grado de desarrollo mental?” Iva dijo, “Así es. Ya les he dicho todo lo que debía. Ahora iremos a ver a mi padre.”
     Poco después estaban frente a Oro, quien dijo, “¿Qué les ha parecido mi ciudad?” Humphrey dijo, “¡Grandiosa! En nuestro mundo n hay nada parecido.” Oro dijo, “Quizá existan en el futuro, cuando nuestros países salgan del estado primitivo en el que se encuentran.” Humphrey dijo, “Usted se equivoca, la humanidad ha alcanzado grandes avances.” Oro dijo, “creí que en 250 mil años aprenderían y sabrían más que el mundo que destruí una vez, pero están mucho mas atrasados.” Humphrey dijo, “¡No es posible que diga algo tan absurdo!” Oro dijo, “He estado observando los países cómo están ahora y no me gustan.” Humphrey dijo, “¿Insinúa que ha visto desde aquí lo que sucede en el resto del planeta?” Oro dijo, “Así como mi hija les hizo ver el pasado, yo puedo ver el presente.” Humphrey dijo, “¡Eso es imposible!” Oro les dio la espalda y dijo, “Ya creerán lo que les digo y ahora regresen al exterior. Yo tengo muchas cosas en que preocuparme.” Iva dijo, “Vamos, los guiaré.” Iva los dejó en la superficie y regresó donde su padre.
     Ya a la orilla del lago, los tres hombres continuaron su dialogo. Albert dijo, “Amigos, aunque sé que n es un juego, me niego a creer que sea real lo que hemos visto.” Humphrey dijo, “Me preocupa ese anciano. Me temo que no tiene buenas intenciones. Hay algo en él que no me gusta.” Albert dijo, “Estoy sumamente impresionado con lo que nos enseñó Iva. ¿Se fijaron en el joven de quien ella estaba enamorada?” Bastin dijo, “Algo me llamó la atención en él, pero no te podría decir qué.” Albert dijo, “Muy simple. Era idéntico a Ernest, pero con barba.” Humphrey dijo, “La verdad es que yo no lo noté. Observaba la imagen de Iva, y no me di cuenta de lo que dicen.” Albert dijo, “Quizá era solo un simple parecido.” Humphrey se puso de pie. Se sentía terriblemente confundido, y dijo, “Me duele la cabeza. Iré a caminar un rato por la orilla del lago.”
    Humphrey camino durante unos minutos y luego se sentó, pensando, “Estoy aturdido. ¿Será posible que me haya enamorado de Iva? Apenas ayer no sabía de su existencia. Todo en ella me atrae y siento que me mira como si me correspondiera. Es algo inexplicable. Cuando estoy a su lado me siento extraordinariamente feliz.” Así pensando se quedó profundamente dormido. Enseguida, como parte de su sueño, se vio volando como si estuviera dentro de una burbuja, pensando, “¿A dónde voy?¿Dónde estoy?” Enseguida vio un paraje fantástico y pensó, “Creo que descenderé allí.” Una vez estado en suelo firme pensó, “Que hermoso lugar. Nunca había visto algo semejante.” Enseguida apareció una mujer. Humphrey dijo, en su sueño, “¡Natalia!¡Mi Natalia!¿Es posible que seas tú?” Natalia le dijo, “Sí, amor mío. He venido para decirte que aquí viviremos en el porvenir.” Humphrey la abrazó diciendo, “Mi vida, entonces, ¿Estaremos juntos otra vez?” Ella le dijo, “Te lo prometí y así será.” Cuando Humphrey se separó y vió su cara dijo, “¡Oh, Iva!” Ella le dijo, “Natalia o Iva somos una misma persona!” Humphrey le dijo, “Por eso ella me atraía. Al amarla te estaba amando a ti. Ahora ya no nos separaremos, ¿Verdad?” Ella le dijo, “No desesperes. Todos tenemos una misión en la Tierra, y aún no has cumplido la tuya.” Humphrey le dijo, “Natalia, yo no quiero estar estar lejos de ti otra vez. Te necesito. ¡No me dejes!” Ella le dijo, “Ten un poco mas de paciencia. Antes de lo que esperas estaremos juntos para ya no separarnos jamás.” Humphrey le dijo, “¡Natalia, por favor no te vayas!” Ella le dijo, “Hasta pronto, amor mío…querido…”
    Humphrey despertó, diciendo, “¡Natalia!¡Oh, fue un sueño! Entonces Iva…será posible?” Tratando de escapar de ese pensamiento, se puso de pie y vio a sus amigos que venían hacia él. Bastin dijo, “¿Qué te sucede, Humphrey? Parece que hubieras visto un fantasma!” Humphrey dijo, “Es tan extraordinario que si se los dijera no me lo creerían.” Bastin dijo, “¿De qué se trata?” Humphrey dijo, “Ahora no podría explicárselos. Necesito estar solo y pensar.” Humphrey pasó el resto de la tarde tratando de ordenar sus pensamientos, cuando de pronto escuchó una voz, “¡Humphrey!” Se puso de pie como impulsado por un resorte. Dijo, “Iva, no te oí llegar.” Ella le dijo, “Ya lo sé. Estabas muy ensimismado. Siéntate. Yo lo haré a tu lado.” Permanecieron en silencio. De pronto él habló casi sin darse cuenta: “Iva, te amo.” Ella le dijo, “Lo sé. Me amas desde que me viste en el féretro. Desde mucho antes nos amamos. Des hace miles de años.” Humphrey la miro a los ojos y se acercó, diciendo, “¿Nos amamos? Entonces tú también…” Ella dijo, “Sí, juré que nunca me casaría si no era contigo.” Humphrey dijo, “Iva, entonces el sueño que tuve…es verdad. Tú y Natalia son la misma persona.” Ella dijo, “Con el tiempo comprenderás que un espíritu puede vestirse con distintos cuerpos. Mientras yo dormía, mi espíritu estuvo en otros cuerpos en otros años.” Él le dijo, “Como Natalia me hiciste inmensamente feliz. Quiero volver a vivir esa felicidad a tu lado.” Ella dijo, “Yo también, pero no sé si podrá ser aquí en la Tierra.” Él le dijo, “No podría soportar no tenerte junto a mí. Te necesito. Ya una vez me dejaste sumido en el dolor.” Iva dijo, “No temas. No volverá a suceder eso.” Desesperado, él le tendió los brazos y se fundieron en un beso. Cuando se separaron, Iva dijo, “Tú fuiste, has sido y serás mi amado!” Humphrey dijo, “Y tú la única mujer que ha ocupado mis pensamientos.” Iva le dijo, “Gocemos estas horas de felicidad terrena. Olvidémonos de todo. Solo existimos tú y yo.” Humphrey le dijo, “Sí, mi amor. Sólo tú y yo para siempre.”
      Esa noche, cuando Iva regreso a las profundidades de la Tierra, Humphrey decidió hablar con sus amigos. Humphrey les dijo, “Creo que debo decírselos: Iva y yo nos amamos.” Albert dijo, “Nos lo imaginábamos. Les deseo mucha felicidad.” Bastin le dijo, “Espero que con ella seas tan dichoso como con Natalia…¡Natalia!” Humphrey le dijo, “¿Qué sucede con ella?” Bastin dijo, “¡Iva es idéntica a Natalia! ¡Ahora me doy cuenta!” Albert dijo, “¡Bastin tiene razón, Humphrey!¿Tú también lo habías notado?” Humphrey dijo, “Sí, creo que se parecen.”  Albert dijo, “No sólo se parecen. Son idénticas. Si no fuera por el color del pelo, podríamos decir que es la misma persona.” Humphrey se puso triste y se retiró diciendo, “Tienes razón. Es como si fuera la misma persona.” Bastin dijo, “¿Qué le pasa?¿Porqué se ha ido?” Albert dijo, “Lo que le hemos dicho parece haberle afectado. Él amaba profundamente a Natalia.” Bastin dijo, “Sí, y creo que eso es lo que le ha hecho enamorarse de Iva.” Albert dijo, “¡Pero ese es un amor imposible!¿Ta das cuenta que Iva nació hace más de 150 mil años?” Bastin dijo, “Lo he pensado mucho pero estos son los misterios que nosotros los humanos no podemos aclarar.”
     Entre tanto, en ciudad Nyo, Iva y su padre Oro, conversaban. Oro le dijo, “Iva, ¿Dónde has estado?” Iva dijo, “En la superficie padre, quería ver el cielo, los árboles, respirar aire puro.” Oro dijo, “Sé que nuca te ha gustado vivir aquí pero ya será por poco tiempo.” Iva dijo, “¿Qué quieres decir?” Oro dijo, “Hija, muy pronto tendré que abandonarte. Me queda poca vida. Apenas unas horas.” Iva dijo, “¡No es posible!¡Tú has vivido miles de años! ¿Porqué ahora vas a morir?” Oro dijo, “Por muy larga que sea nuestra existencia, todos tenemos que morir algún día. Mi momento ha llegado, lo sé.” Iva dijo, “Padre, y yo…” Oro dijo, “No te preocupes. Tú serás la reina de la Tierra. Antes de morir dejaré todo arreglado.” Ella dijo, “¡Pero eso es imposible! Nuestro poder termino hace mucho tiempo.” Oro dijo, “Tú eres una hija de la sabiduría. La última de esa maravillosa raza. Sé que amas a Humphrey y…” Iva dijo, “¿Permitirás esta vez que me una a él?” Oro dijo, “Sí. Juntos gobernaran el planeta. Tendrán hijos que en el futuro serán los reyes cuando a ustedes les llegue la hora de morir.” Iva dijo, “Padre, no entiendo.” Oro dijo, “Voy a destruir la actual y decadente civilización. Hundiré las ciudades y levantaré las que hice desaparecer hace siglos.” Iva dijo, “¡No puedes hacer eso!” Oro dijo, “Ya verás que sí. Los actuales habitantes de la Tierra se negaron a obedecerte.” Oro dijo,  “Lo sé. En cambio, la futura civilización que se forme, después que yo mueva las fuerzas de la naturaleza, te aceptará como su única soberana, y tú volverás a glorificar a los hijos de la sabiduría.” Iva le dijo, “Padre, escúchame. Ya lo hiciste una vez y has visto los resultados. Nada salió como esperabas. ¡Te suplico no vuelvas a repetirlo! Mataras a millones de personas inocentes.” Oro dijo, “Muchas más nacerán y poblaran nuevamente la Tierra.” Iva le dijo,Humphrey no aceptará unirse a mí en esas condiciones. No podrás obligarlo.” Oro dijo, “Y no lo haré. Él te ama y no querrá perderte.” Iva dijo, “¿Y cómo lo convencerás?” Oro le dijo, “No tendrá alternativa. Le daré a elegir entre tú y una larga vida de dicha o perderé para siempre.” Iva dijo, “¡Padre, te lo ruego! Si sabes que nos amamos déjanos ser felices ésta vez.” Oro dijo, “Iva, si he permitido que este hombre y tú puedan estar juntos, es necesario para la supervivencia de nuestra raza. Si no fuera así, yo lo hubiera matado una vez mas.” Iva le dijo, “¡No es posible que no comprendas! Nuestro pueblo ya no existe. ¡La Tierra no es la misma de hace 250 mil años! Por muchos poderes que tengas podrás destruir a sus habitantes, pero jamás hacerlos obedecer.” Oro le dijo, “Eso lo veremos. Quiero que mañana temprano traigas a Humphrey. Deseo hablar con él.” Iva dijo, “¿Y si no desea venir?” Oro dijo, “Acudirá. Estoy seguro. Sólo él. Que sus dos amigos se queden arriba.” Iva le dijo, “Bien padre. Haré lo que dices.” Oro dijo, “Y no trates de traicionarme Iva. ¡Tú sabes de lo que soy capaz!¡Nada detiene mi ira!”
     La joven sabía que no podría hacer cambiar de parecer a Oro y prefirió retirarse, pensando, “Tengo que hacer algo. No puedo permitir que mate a todos los habitantes de la Tierra. Será terrible para mi ponerme contra mi padre, pero no me queda otra alternativa.” Después de pensar durante largo rato, Iva tomó una decisión, pensando, “Ya tengo la forma de impedir que mi padre lleve a cabo lo que trama. Se cumplirá el destino. Es imposible cambiar el camino que debemos seguir. Venimos al mundo a cumplir una misión.”
     Al día siguiente, Iva salió a la superficie. Al encontrar a Humphrey dijo, “¡Humphrey!” Él le dijo al verla, “Iva, no te esperaba aún. ¿Te quedarás todo el día junto a mí?” Ella le dijo, “He venido a buscarte. Mi padre dese verte. ¿Estás solo?” Humphrey dijo, “Sí, Albert y Bastin fueron a pescar.” Iva dijo, “Me alegro que no estén porque tengo que hablarte de algo muy importante.” Humphrey dijo, “Dime lo que sea. ¿Estás preocupada por algo?” Ella dijo, “Sí, es terrible lo que voy a decirte, pero solo tú puedes ayudarme.” Humphrey le dijo, “Amor mío, por ti soy capaz de hacer lo que me pidas.” Iva le contó los planes de Oro. Humphrey dijo, “¡No es posible que pretenda destruir la Tierra! No podremos permitírselo.” Ella le dijo, “Tienes que ayudarme a evitarlo.” Humphrey dijo, “¡Por supuesto!¿Qué debo hacer?” Ella le dijo, “Hay una sola forma de que podamos salvar a la humanidad. ¡Destruir ciudad Nyo!” Humphrey dijo, “¿Pero cómo?” Iva dijo, “Yo sé cómo, pero no puedo hacerlo sola. Si tú estas dispuesto a salvar el planeta, debes saber que nosotros moriremos al hacerlo. La cuidad desaparecerá para siempre con nosotros, y con todos los secretos de los hijos de la sabiduría.” Humphrey dijo, “No importa. Prefiero que muramos juntos, ¿Para qué quiero la vida si n estoy a tu lado?” Iva le dijo, “Amor mío. Si estás dispuesto debemos bajar de inmediato. Mi padre te está esperando.” Humphrey dijo, “Y me propondrá todas las locuras que me ha contado.” Ella dijo, “Así es.” Humphrey dijo, “Espérame un momento, iré a despedirme de mis amigos.” Iva dijo, “No debes decirle lo que vamos a hacer.” Humphrey dijo, “No lo haré. Pero no quiero irme para siempre sin decirles adiós.”
    Humphrey se dirigió rápidamente al lago. Humphrey los encontró pescando. Bastin dijo al verlo, “¡Qué bueno que viniste! Te queremos comunicar lo que hemos pensado.” Humphrey dijo, “¿De qué se trata?” Bastin dijo, “Creemos que ya hemos estado bastante tiempo aquí, y que ya es hora de que nos preocupemos de cómo regresar a Inglaterra.” Albert agregó, “Pensamos que quizá Oro e Iva quieran irse con nosotros. Si es así, con los poderes que tienen nos pueden ayudar.” Humphrey los miró apenados, por no poderles decir la verdad, y entonces les dijo, “Amigos, Iva me ha venido a buscar. Oro desea hablar conmigo.” Albert dijo, “Te acompañaremos” Humphrey dijo, “¡No! Pidió que fuera yo solo.” Bastin dijo, “Pídele ayuda para salir de aquí.” Humphrey dijo, “Lo haré, pero les suplico que si algo me sucede, regresen a Inglaterra, y no se preocupen por mí.” Albert dijo, “No te entiendo.” Humphrey dijo, “Les he dicho que amo a Iva. Yo estaré siempre a su lado sea donde sea.” Albert dijo, “Entonces si ellos no quieren salir de aquí, ¿Tú te quedarías?” Humphrey dijo, “Sí, por eso les repito que no se preocupen por mí. Ustedes hagan o que deban hacer y no me esperen o busquen.” Albert dijo, “Explícanos qué quieres decir con eso, por favor.” Humphrey dijo, “Ahora no puedo. Oro me está esperando. Adiós amigos.” Bastin dijo, “Regresa pronto. No me gusta mucho la idea de que vayas solo.” Cuando Humphrey se marchó, Albert dijo, “¡Qué extraño! Me dio la impresión de que se estaba despidiendo para siempre.”  Bastin dijo, “A mí también, pero no pensemos tonterías. Esta isla tiene algo que lo hace actuar de manera extraña.”
     Entre tanto, Humphrey e Iva bajaron a Ciudad Nyo y se presentaron ante Oro, quien dijo, “Te he mandado llamar porque quiero ofrecerte el poder y una larga vida junto a mi hija.” Humphrey dijo, “¿A qué precio?” Humphrey dijo, “Muy poco. Debes entrar a mi servicio y hacer mi voluntad sin excusas ni pretextos.” Humphrey dijo, “¡No Oro!¡No me pondré a su servicio ni permitiré que destruya la Tierra!” Oro miró con tristeza a Iva y dijo, “¡Iva, me has traicionado!¡Le has contado todo a este hombre!” Iva dijo, “¡Tuve que hacerlo!¡No es justo lo que piensas hacer!” Oro dijo, “Solo quería, antes de morir, dejarte como reina de la Tierra. Pero veo que el amor por este hombre es más importante para ti.” Iva dijo, “¡Padre, te lo suplico. Te lo imploro! No hagas nada que perjudique…” Oro la interrumpió, “¡Retírate de mi vida!¡Ya no eres mi hija!¡El mundo se enfrentará nuevamente a la ira de Oro!”
     Dicho esto, el anciano salió furioso de la habitación. Humphrey dijo, “¿A dónde va?” Iva dijo, “A destruir la Tierra. ¡Ven conmigo!¡Apresúrate, lo evitaremos!” Se dirigieron a un enorme edificio. Humphrey dijo, “¿Qué hay aquí?” Iva dijo, “En este lugar están todas las máquinas que permiten la vida en ciudad Nyo.” Ante el asombro de Humphrey, ambos entraron en un fantástico lugar lleno de extrañas maquinarias. Iva dijo, “Con estos aparatos se regula el aire, la luz, la humedad.” Iva se dirigió a otro aparato y dijo, “Y éste fue hecho para destruir la cuidad en caso necesario.” Humphrey dijo, “¡Todo esto es asombroso!¡Qué pena que todas estas maquinas no puedan ser usadas en bien de la humanidad!” Iva jaló una palanca y dijo, “¡Es hora de que actuemos!¡Ayúdame a mover todas estas palancas!” Humphrey dijo, “Si.”
     Entre tanto, Oro se encontraba en su laboratorio o cuarto de control, pensando, “La vida se me escapa cada instante. Pero antes de morir haré que todo desaparezca de la Tierra.” Estiró una mano y activó una palanca. Oro pensó, “Nadie se salvará ésta vez…ahora moveré la otra palanca y todo habrá terminado, y…” En ese instante, en el otro laboratorio de control, Iva tomaba una palanca y decía, “¡Al terminar de mover ésta, habremos salvado el mundo!” Enseguida ciudad Nyo se estremeció destruyéndose como un castillo de naipes. Humphrey abrazó a Iva y dijo, “¡Moriremos juntos y estaremos unidos en la eternidad!” Mientras tanto, en la superficie, Albert decía, “¡Esta temblando!” Bastin asustado decía, “¡Dios santo!¡Es un terremoto!” Albert dijo, “Corramos a la canoa, aquí todo se desmorona!” Bastin dijo, corriendo, “¡Es horrible!” Ambos subieron a la canoa y empezaron a remar, mientras la pequeña isla se desmoronaba. Albert dijo, “¡Humphrey estaba abajo!” Bastin dijo mientras remaba, “¡Dios mío!¡Quedará sepultado!”
     En ese instante, en Londres, la gente gritaba, “¡Dios mío!¡Un terremoto!” Un hombre gritó, “¡Es el fin del mundo!” Y en América, un policía gritaba, “¡Tengan calma!¡Ya está pasando!” Una mujer decía, “Señor, apiádate de nosotros!” Al día siguiente, un papelerito gritaba las noticias, “¡Extra!¡Extra!¡Toda la Tierra fue estremecida ayer por un temblor!¡Extra!” Una semana después, Albert despertaba en el camarote de un barco, diciendo, “¿Dónde estamos?” 
     El capitán del barco le dijo, “A bordo de un barco británico. Los encontramos en una canoa, sin conocimiento, en altamar. ¿Cómo llegaron ahí?” Albert le dijo, “Si le contamos la historia, no lo creería. Nuestro yate encalló en una isla que se hundió con un terremoto.” El capitán le dijo, “Ahhh, el sismo que se sintió en toda la tierra. ¡Fue algo espantoso!” Albert preguntó, “¿Hubo muchos muertos?” El capitán dijo, “Por suerte los daños no fueron cuantiosos. Debe haber sido porque duró solo algunos segundos. De ser más largo, la Tierra desaparece.” Bastin despertó, debajo de la litera, y preguntó, “¿Cómo? ¿Desapareció la isla en que estábamos?” El capitán dijo, “Sí, aunque me extraña lo que me dicen.¡ Por donde los encontramos no ha habido jamás una isla!”
     Y mientras Bastin y Albert regresaban a Inglaterra, Ernest e Iva vivían su eterna felicidad, en aquel paradisíaco lugar que él percibiera en un sueño. 
Tomado de Novelas Inmortales Año V No. 202, Septiembre 30 de1981. Guión Adaptado: Adriana Romero. Segunda Adaptación: José Escobar.