Club de Pensadores Universales

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martes, 10 de abril de 2018

La Ultima Noche de Paul Feval

     Paul Henri Corentin Féval, padre, nació el 29 de septiembre de 1816, y murió el 8 de marzo de 1887, a la edad de 70 años.  Paul Féval fue un novelista y dramaturgo francés.

     Féval fue autor de populares novelas de espadachines, tales como, Le Loup Blanc (1843) y el perenne best-seller Le Bossu (El Jorobado) (1857). También escribió novelas seminales de ficción de vampiros, Le Chevalier Ténèbre, (El Caballero Tenebroso) (1860), La Vampire (1865) y, La Ville Vampire, (La Ciudad Vampírica) (1874) y, además escribió varias novelas célebres sobre su Bretaña natal y Mont Saint-Michel, tales como, La Fée des Grèves, (El Hada de Gréves) (1850) .

     La mayor fama de Féval, sin embargo, se debe a el haber sido uno de los padres de la novela de ficción criminal moderna. Debido a sus temas y personajes, su novela, Jean Diable, (Juan del Diablo) (1862), puede ser considerada, la primera novela moderna de ficción detectivesca del mundo. Su obra maestra fue, Les Habits Noirs, (Las Costumbres Negras) (1863-1875), una saga criminal que comprende once novelas.
     Después de perder su fortuna en un escándalo financiero, Féval se convirtió en un cristiano nacido de nuevo, y dejó de escribir novelas policíacas sobre crímenes, para comenzar a escribir novelas religiosas, dejando la historia de los, Habits Noirs incompleta.

Vida

     Paul Henri Corentin Féval nació en, el Hôtel de Blossac, en Rennes, Bretaña, el 29 de septiembre de 1816. De hecho, varias de sus novelas versan sobre la historia de su provincia natal. Féval fue educado para la abogacía, y se convirtió en un abogado con todas las de la ley en 1836. Sin embargo, pronto se trasladó a París, donde ganó terreno gracias a la publicación de su novela, Le Club Des Phoques, (El Club de los Sellos) (1841) en la revista literaria, Revue de Paris. Pronto le siguieron otras tres novelas de espadachines: Rollan Pied de Fer, (Rollan, Pie de Hierro) (1842), Les Chevaliers du Firmament, (Los Caballeros del Firmamento) y Le Loup Blanc, (El Lobo Blanco) (ambas últimas de 1843). La última novela presenta a un heroe albino que lucha por la justicia con un disfraz similar al Zorro, uno de los primeros tratamientos de un héroe que lucha contra el crimen, con identidad secreta.

     El descanso de Féval llegó con su novela,  Les Mystères de Londres, (Los Misterios de Londres) (1844), un extenso periódico folletin, escrito para sacar provecho del éxito de, Les Mystères de Paris de Eugène Sue. En, Les Mystères de Londres, el irlandés Fergus O'Breane trata de vengar los errores de sus compatriotas buscando la aniquilación de Inglaterra. La trama, se anticipa a la de Alexandre Dumas, en, El Conde de Montecristo, por un año. La novela de Féval también presenta una sociedad secreta criminal, similar a la mafia de hoy en dia, llamada, Gentlemen of the Night, (Los Caballeros de la Noche) un tema que se volverá recurrente en la obra de Féval. Además, Féval publicó la serie bajo el seudónimo de Sir Francis Trollop.

     Con, Les Mystères de Londres, Féval se convirtió en el equivalente de Dumas y Sue a los ojos de sus contemporáneos. Sin embargo, Féval no estaba contento con su éxito como autor de novelas de aventuras, y pronto intentó obtener el reconocimiento literario con sátiras sociales, tales como, Le Tueur de Tigres, (El Asesino de Tigres) (1853), pero en vano. Regresó a la literatura popular con más novelas de espadachines, tales como, La Louve, (El Lobo) (1855) (una secuela de su anterior, Le Loup Blanc) y L'Homme de Fer, (El Hombre de Hierro) (1856).

     Su mayor éxito en el género de novelas de espadachines fue, Le Bossu, (El Jorobado) (1857) en el que un prodigioso espadachín, llamado Henri de Lagardère, se disfraza de jorobado para vengar a su amigo, el duque de Nevers, asesinado por el malvado príncipe de Gonzague. En ésta novela, Féval presenta el famoso lema: “Si no vienes a Lagardère, Lagardère vendrá a ti.” Su novela, Le Bossu ha sido objeto de media docena de adaptaciones cinematográficas y varias secuelas, escritas por el hijo de Féval.

     Ese mismo año, con, Les Compagnons du Silence, (Los Compañeros del Silencio) Féval volvió al tema de las conspiraciones criminales. Fue seguido por, Jean Diable (1862), considerado a discusión, como el primer thriller de crimen moderno. En, Juan del Diablo, el jefe superintendente de Scotland Yard, Gregory Temple, está desconcertado por las acciones de un superdotado líder delictivo que se esconde detrás de la identidad de Juan del Diablo.

     En 1862, Féval fundó la revista, Jean Diable, llamada así por su novela homónima. Uno de sus editores fue Émile Gaboriau, futuro creador del personaje detective de policía, Monsieur Lecoq, un héroe que aparentemente no estaba relacionado con el villano Lecoq de los Habits Noirs, presentado por primera vez por Féval. Lecoq de Gaboriau más tarde influyó en la creación de Sherlock Holmes de Conan Doyle.

     En 1863, Féval se embarcó en su obra maestra, Les Habits Noirs, una extensa saga criminal escrita durante un período de doce años, que comprende siete novelas. Féval incorporó retroactívamente, Les Mystères de Londres, Les Compagnons du Silence (en sí misma una secuela de un trabajo anterior, Bel Demonio (1850)) y Jean Diable, en la cronología de, Les Habits Noirs, creando una verdadera comedia humana del mal y conspiraciones secretas. Por sus métodos, temas y personajes, Les Habits Noirs es el precursor de las novelas de conspiración y crimen organizado de la actualidad. Los héroes de Féval, tales como Gregory Temple, el primer detective, asi como Remy d'Arx, el magistrado de investigación que persigue los Habits Noirs, también son considerados los primeros héroes modernos de su tipo.

     En 1865, Féval se convirtió en presidente de la, Société des Gens de Lettre, (Sociedad de Autores), cargo que mantuvo hasta 1868. Fue presidente de nuevo desde 1874 hasta 1876.

En 1865, Féval también escribió, La Vampire, un texto seminal que presenta a la perversamente carismática, condesa Addhema, el primer y más importante prototipo del tema femenino vampiro-como-libido-salvaje. Algunos eruditos afirman que el texto fue escrito inicialmente en 1856, más de 40 años antes de el "Drácula" de Bram Stoker.

     Féval regresó al tema del vampirismo con, La Ville Vampire (1867), el último antecesor literario de, Buffy, La Cazavampiros, en la que la protagonista es la propia escritora de novelas góticas, Ann Radcliffe. En ésta novela, para salvar a sus amigos del temible señor vampiro, Otto Goetzi, Radcliffe y sus intrépidos compañeros, caza vampiros: Merry Bones, el irlandés, Gray Jack, el fiel sirviente antiguo, el doctor Magnus Szegeli, impulsado por la venganza, y Polly Bird, una de las las primeras víctimas de vampiros, montan una expedición para encontrar la legendaria ciudad vampírica de Selene.

     En 1873 y 1875, Féval intentó unirse a la Academia de Francia, pero fue rechazado por la naturaleza popular de sus obras, pero también por sus convicciones políticas.

     En 1875, unos meses después de terminar, La Bande Cadet, (La Banda de Cadetes) el séptimo volumen de la serie, Habits Noirs, Féval perdió casi toda su fortuna, en un escándalo financiero relacionado con el Imperio Otomano, siendo ésta la asombrosa suma de 800,000 francos, o sea, varios millones de dólares según los cálculos actuales. Como resultado de esto, Féval se convirtió en lo que hoy se llamaría, un cristiano nacido de nuevo, y dejó de escribir novelas policíacas, que luego consideró pecaminosas. De hecho, reclamó los derechos de sus libros publicados anteriormente, y trató de reescribirlos para ajustarse mejor a sus nuevos principios morales. También comenzó a escribir novelas de temática religiosa como, La Première Aventure de Corentin Quimper, (La Primer Aventura de Corentin Quimper) (1876) y Pierre Blot (1877).

     En 1882, Paul Féval cayó en la ruina económica otra vez, víctima de un estafador. Llegó a quedarse paralizado e incapaz de escribir. En abril de 1884, sufrió otro golpe cuando perdió a su esposa. Fue llevado al hospicio de los Hermanos de Saint-Jean de Dieu, donde murió el 8 de marzo de 1887.

Su hijo, Paul Féval, (1860-1933) también se convirtió en un escritor prolífico.

Obras

·         1841 Le Club des Phoques (El Club de las Focas).

·         1842 Rollan Pied de Fer (Rollan Pie de Hierro).

·         1843 Les Chevaliers du Firmament (Los Caballeros del Firmamento).

·         1843 Le Loup Blanc (El Lobo Blanco).

·         1844 Les Mystères de Londres (Los Misterios de Londres).

·         1845 Les Amours de Paris (Los Amores de París).

·         1846 Le Fils du Diable (La hija del destino).

·         1850 Bel Demonio.

·         1853 Le Tueur de Tigres (El Asesino del Tigre).

·         1855 La Louba, (La Loba).
·         1856 L'Homme de Fer (El Hombre de Hierro).
·         1858 Le bosu (El Jorobado).
·         1858 Les Compagnons du Silence (Los Compañeros del Silencio).
·         1859 Le Roi des Gueux (1859)
·         1862 Jean Diable (Juan el Diablo).
·         El Último Superviviente.
·         1865 La Vampira.
·         1867 La Ciudad Vampírica.
·         1877-1881 Les Étapes d'une Conversion (Las Etapas de una Conversión).
·         1877 ¡Jesuitas!
·         La Última Noche.
·         El Cuarto de Cupido.
·         El Caballero de las Tinieblas.

La Última Noche
de Paul Fèval
     Aquella mañana de marzo de 1797, se izaba una bandera de alarma en el castillo de Bankeli, situado cercas de las orillas del rio Sava, en Hungría. El señor del castillo, avisó enseguida a sus hijas gemelas. “¡Lila, Addha, pronto, hay que partir hacia Trèvise!¡Viene Napoleón con sus tropas!” Al anochecer, una caravana abandonaba el magnífico castillo. Mientras viajaban en el carruaje, Lila, una de las gemelas preguntó, “¿A qué vamos a Trèvise?” Una de las nodrizas dijo, “Supongo que a reunirnos con los austriacos, querida.” Lila dijo, “¿Con los austriacos?¿Y para qué?” Addha dijo, “El archiduque, Carlos de Austria, trata de evitar que Napoleón se apodére de ésta parte de Europa, hermanita. Y nuestro padre, luchará contra él.”
     Algunos días después, en Trèvise, Bankeli presentaba a sus hijas, diciendo, “Monseñor archiduque, éstas son mis hijas gemelas, Addha y Lila. Las traje conmigo, pues son mi único tesoro.” El archiduque dijo, “Son muy bellas. Romperán corazones entre mis oficiales; estoy seguro.” Ya Addha había roto el corazón de Marcian Gregory, noble que por su valor, acababa de ser  nombrado general de brigadas del archiduque. Durante tres días, las gemelas asistieron a fiestas en la pequeña ciudad y disfrutaron de los halagos de los oficiales austriacos.
     Al cuarto día, Bankeli llego ante las gemelas, acompañado de un oficial y dijo, “Addha, he decidido que debes casarte con el conde Marcian Gregory. Si algo me sucediera en batalla, tú y tu hermana quedarán protegidas." La boda se celebró esa misma noche. A la mañana siguiente, Bankeli marcharía a Trèvise, hacia el Tirol, para luchar contra los franceses. Las gemelas se despidieron de su padre, quien pasaría la noche acuartelado, y partiría al amanecer. Lila dijo, “¡Cuídate mucho, papá!” Gregory dijo, “No se preocupe, Bankeli, Lila y Addha están a salvo conmigo.”
     Ya en su recamara, Lila dijo a su nodriza, “Temo por la vida de mi padre. Además, no me había separado de él, desde que mamá murió, cuando Addha y yo teníamos cinco años.” Su compañía le dijo, “Recemos, querida. Es lo único que podemos hacer.” Lila se recostó y despidió a su nodriza, pero no podía dormir. Lila pensaba, “¡Señor, cuida mi padre!¡Consérvale la vida!” De pronto, las voces que venían del cuarto de su hermana y de Gregory, contiguo al suyo, la sobresaltaron. “¡No se acérque demasiado a mí, conde!” “Pero Addha querida, eres mi esposa!” Addha le contestó, “Lo soy por voluntad de mi padre, y no por voluntad mía. Así que no le permitiré que me tóque.”
     Marcían Gregory pensó que solo se trataba del miedo natural en una joven doncella, a su noche de bodas, y le dijo, “Debes calmarte, pequeña. Te ámo y no te haré dáño.” Pero Addha sacó una daga, y amenazó a Gregory, diciendo, “¡Claro que no me hará daño, conde!¡No me rozará siquiera! Seré yo, y no mi padre, quien escoja al hombre que compartirá mi vida. Este puñal me lo garantiza.” Gregory avanzó, entonces Addha dijo, “¡Si usted da un paso hacia mí, me máto!” El joven esposo no tuvo más remedio que salir de la habitación conyugal.
     Poco después, las tropas de Napoleón, que habían vencido en Tirol, se aproximaban al Trièste, y tomaban la ciudad. Las gemelas y su nodriza abandonaron la plaza junto con sus vencidos defensores. Ya dentro del carruaje, con su nodriza, Addha dijo, “Preferiría haberme quedado con los franceses. La victoria está del lado de Napoleón.” Su nodriza dijo, “¡Addha, no digas esas cosas! ¡Estas casada con un general austriaco!” El conde decidió que se quedáran en una posada del camino, y que dieran alcance a las tropas la mañana siguiente. Cuando Lila y su nodriza se disponían a descansar, Addha se despidió, diciendo, “¡Adiós, queridas! Cuíense mucho.” La nodriza le dijo, “¡Addha! ¿A dónde vas?”
     La condesa de Marcian Gregory, no respondió a la vieja Yanusza, y se alejó de la posada en un caballo. Addha había deslizado bajo la puerta de la habitación de su marido una carta, quien al verla pensó, “¿Qué será esto?” Marcian dejo mostrar una expresión de asombro al leer. Enseguida de leer aquella carta, tomó su chaqueta y su sable y salió. Poco después, alarmadas al ver que Marcian se iba también de la posada, Lila y Yanusza recogían la carta que el conde había tirado en el suelo. Lila dijo, “¡Es de Addha!”
     Lila leyó, “Me voy, señor conde. No le ámo ni le amaré jamás, pues yo solo puedo entregar mi pasión a los fuertes y decididos, y n o a los débiles. Usted retrocedió ante mi puñal, y con ello mostró su fragilidad de carácter. Si en esa noche de bodas, me hubiera domeñado, yo le respetaría y hasta quizá le amára un poco. Ahora será mejor que se olvide de mi, pues iré en busca de un hombre que muy pronto será dueño de Europa, y que no retrocede ante nadie. No me busque a menos que se atreva a hacerlo en la tienda del general Napoleón Bonaparte. Addha.” 
     Entre tanto, en Trièste, Napoleón, rendido por las fatigas de la reciente batalla, dormía en el interior de la tienda. De pronto, le despertó la entrada del conde Gregory, quien le dijo, tomando su sable, “¡Ya que no le he vencido en la batalla, general Bonaparte, le mataré en aras del honor!¡Defiéndase!” Napoleón se levantó sobresaltado y dijo, “Pe-Pero…¡No entiendo!¿Y mis guardias?¿Cómo ha podido un austriaco entrar a mi tienda?”
     Gregory le dijo, “Burle la vigilancia del mismo modo que la burlo mi mujer, a quien esconde usted. Ella me dio una carta de despedida, donde dice que venía para acá, y que se fugaría con usted.” Napoleón estaba perplejo. “No entiendo, se lo asegúro. Aquí no ha entrado ninguna mujer.” Enseguida, Addha apareció en la tienda. Gregory dijo, “¿No?¿Y esa?” Napoleón exclamó, “¡Dios bendito!¡Le juro que nuca antes la había visto!” Gregory dijo, apuntando con su sable, “¡Y yo le digo que miente! Los dos estaban de acuerdo, pero no van a burlarse de mí. Ya que se niega a luchar conmigo, Bonaparte, atravesaré su maldito corazón con mi acero. Así limpiaré mi honor y libraré a Europa de su verdugo.” ¡BANG!¡AHH! Napoleón dijo, “Señora, ha matado usted a su marido!” Addha, quien aún sostenía una pistola de chispa humeante, dijo, “Pero le he salvado a usted, general Bonaparte.”
     El sonido del disparo atrajo a varios oficiales. “¿Qué ocurrió, general?” “¿Está bien, señor?” Napoleón dijo, “Estoy bien, pero no gracias a vuestra vigilancia, estúpidos.” Mientras los oficiales cargaban el cuerpo, Napoleón dijo, “Llévense de aquí el cuerpo de ese infeliz austriaco, y en lo futuro, vigilen mejor la tienda.”
      Enseguida, Napoleón dijo, “Déme el arma, señora, y explíqueme porqué escribió esa carta a su marido, y por qué vino precisamente aquí.” Addha explicó, “Le admíro a usted como nunca antes he admirado a nadie, general. Sé que el destino le depára la victoria más grande que haya tenido hombre alguno sobre todas las naciones de Europa. Mi corazón no puede permanecer indiferente ante su fuerza y su talento. Por eso decidí venir y seguirle a usted, dondequiéra que vaya.”
     Las insinuantes y dulces palabras de la bellísima Addha, no parecían conmover a Napoleón. “¿Qué me responde, general? ¿Porqué me mira así, con esa frialdad tan ajena al fuego que usted despierta en mi corazón? ¡Le he salvado! ¡Maté al conde Marcian Gregory, mi marido! ¿No le demuestra eso cuanto le amo?”
     Napoleón la reprimió, “El capricho de usted ha causado que un noble y valiente soldado austriaco, pierda la vida, señora condesa. ¡Y eso solo me demuestra la frivolidad y mezquindad de su corazón! No la mándo fusilar porque es mujer, pero sería lo justo. Además, yo ámo profundamente a mi esposa Josefina. Ninguna otra dama inquieta mi alma, aunque sea tan bella como usted.” Enseguida, Napoleón dio la siguiente orden, “¡Oficiales! ¡Lleven enseguida a esta señora a las líneas en retirada de las fuerzas austriacas, y asegúrense de que llegue sana y salva!”
     La admiración y la pasión que Addha de Bankeli sentía por Bonaparte, se convirtió de pronto en odio mortal. Addha dijo, mientras era escoltada, “¡Me pagarás ésta afrenta, maldito corzo!¡Haré que mueras! Aunque ello cambie el destino de Europa.”
     Algunas horas después, Addha daba alcance a las fuerzas austriacas, a cuyo resguarda iban Lila y Yanuzsa. Lila exclamo al verla, “¡Addha, hermanita! ¿Estás bien?” Addha le dijo, “Sí, sí estoy bien. Pero Marcian Gregory murió en el campamento francés.” Lila dijo, abrazándola,  “¡Oh Addha!¡Tengo una terrible noticia! Nuestro padre ha muerto también. Ahora estamos solas en el mundo.” Poco después, las gemelas y su nodriza, regresaban a sus posesiones del Sava. El castillo de Bankeli había sido devastado por los franceses. Solo hallaron desolación y ruinas en el hogar de sus padres. Addha quiso visitar un lugar fúnebre que les traía a ambas terribles recuerdos: Era el sepulcro de Addhéma de Uszel, la vampira. Lila dijo, “¡Esa mujer mató a nuestra madre, Addha! ¿Porqué quisiste venir a su tumba?”
     Addha dijo, “La condesa de Uszel fue siempre buena conmigo, Lila. Mataba para sobrevivir. Estaba condenada a arrancar las cabelleras de las personas que tuviera alrededor para cubrir su cráneo y conservar así la existencia. ¡Un destino pavoroso si te pones a pensar en ello!”
     Addha continuó, “Era cruel y sanguinaria, y a mí me da escalofrío acercarme a este lugar, aunque nuestro difunto padre la mató, quemándole el corazón con su espada al rojo vivo. Ojalá descanse en paz, aunque lo dúdo.” Lila le preguntó, “¿Por qué dices eso?” Addha explicó, “Porque al morir nuestro padre, ella podría resurgir tomando al forma de otra persona.”
     La imagen de Addhéma de Uszel, llevándola de la mano, por un hermoso jardín, surgió en la mente de Addha, “Siempre he soñado con ella, y en mis sueños la he oído repetirme las mismas palabras extrañas: ‘Tú eres mi elegida. Algún días sentirás la señal de la resurrección’” Lila le dijo, “¿Tú?¡Pero Addha!¿Qué estás diciendo?” Addha dijo, “Mi padre sabia que una de nosotras heredaría el don de la vida eterna de Addhéma de Uszel, Lila. Ella mismo se lo dijo antes de morir.” Ambas avanzaron, entonces Addha agregó, “No tengas miedo, hermanita. A ti nunca podría hacerte daño. Pero presiento que muy pronto la voz de Addhema, surgirá dentro de mí.” Addha la tomó de los brazos y le dijo, “Cuando esto ocurra…¡Júra que no te apartarás de mi! ¡Júra que no me abandonarás, Lila!” Lila dijo, “E-Esta bien, lo júro!”
     Las gemelas volvieron al castillo de Bankeli. Lila sentía una terrible opresión en el pecho, y temía por el terrible destino de su hermana. Addha solo se abandonaba a su suerte. Esa misma noche, una extraña luz emergió de la cripta donde descansaba el cuerpo de la vampira. Y en la recamara de Addha de Bankeli, la ventana se abrió súbitamente y el misterioso resplandor penetró. Una mano cadavérica acarició el cabello de Addha. Y una boca, desdentada y negra, susurró con voz ronca, “¡ADDHAAAA!¡HA LLEGADO EL MOMENTO!¡ERES MI ELEGIDA!”
     A la mañana siguiente, tres aldeanos revisaban la cripta. Uno de ellos dijo, “¡Te lo dije! Algo raro sucedió aquí anoche. ¡La cripta de la vampira está abierta!” Otro dijo, “¡Entremos!” Enseguida, uno de ellos exclamó, “¡El ataúd de Addhema de Uszel está abierto…y vacío!”
     Poco después, las gemelas Bankeli y su nodriza abandonaban el castillo. Lila dijo, mientras iban en el carruaje, “Para vivir en Paris, como tú quieres, necesitaremos mucho dinero, Addha. ¿Por qué te negaste a vender las tierras del otro lado del Sava? Servirían para cultivo.”  Addha dijo, “Porque ahí está la cripta de Addhéma de Uszel. Y nadie debe jamás profanarla. Pues en ese sitio, dentro de poco, ella se reunirá con su amante, el conde Szandor, el rey de los vampiros.”
     Unos tres años más tarde, Napoleón, en una procesión,  regresó a París, triunfador de numerosas batallas, y dueño de la mayor parte de Europa. Faltaba poco para que se coronára emperador. Una mujer lo miraba con odio intenso desde una ventana, pensando, “¡Pagarás caro tu desdén, corso maldito! Poséo el don de Addhéma de Uszel, y por medio de él, me vengaré de ti. Nunca serás emperador.” Lila, sin embargo, veía las cosas de otro modo, y decía a su nodriza, “No puedo odiar a Napoleón, aunque mi padre luchó contra él y murió vencido, nodriza. ¡Es un genio, y un magnifico y poderoso señor!”
     Poco después sucedería algo espeluznante a orillas del Sena. Una de las amorosas parejas que frecuentaban noche a noche sus orillas, se separó. “¡Hasta mañana, mon amour!” Cuando la joven metía la llave en la cerradura para entrar a su casa, una mujer encapuchada se le acercó, y le dijo, “te he estado observando criatura. Tienes muy lindos cabellos y quisiera me confiaras el modo como los cuidas para conservarlos así.”
     La joven le dijo, “No la conozco, señora, pero veo por sus ropas que es usted extranjera y rica. Lo único que le puedo decir es que me lavo el cabello con agua tibia y jabón perfumado todos los jueves. Siempre lo he hecho así.” A pesar de la desconfianza instintiva que sentía, la joven se aproximó a la extraña y logró verla de cercas, pensando, “¡Oh, pobre mujer! Es una anciana y para colmo esta calva!¡Qué aspecto más lastimoso presenta!” La joven preguntó, “¿Vive usted cerca de aquí, señora?” La mujer dijo, “No. Lo que pasa es que me extravié. ¿Cómo podría salir al barrio de Lacroice?”
      La muchacha se compadeció de la anciana. “Tiene que cruzar el puente. La ayudaré, si quiere, puede tomar un carruaje que la llevará a su barrio.” La anciana le dijo, “¡Oh, gracias! Eres muy gentil.” Por el camino, la anciana comenzó a narrar a la joven una historia inverosímil de vampiros. “Y en Hungría, mi tierra, se dice que Addhéma de Uszel volverá un día, para celebrar su último banquete de sangre y aguardar a su amado, el conde Szandor.”
     La joven dijo, “¡Qué leyenda más horrible!¡Ojalá no sea cierta!” La anciana dijo, “Lo es; yo lo sé, querida.” La joven dijo, sobresaltada, “¿Eh?¿Porqué dice eso, señora?” La anciana dijo, “¡Porque yo soy la propia Addhéma de Uszel, que ha vuelto de entre los muertos, gracias al cuerpo joven y vigoroso de Addha, una muchacha que heredó mis dones! ¡Necesito tu cabellera para volver a vivir!”
     Un espantoso alarido rompió el silencio de la noche. ¡AAAAAAYYYYYY! El cuerpo sin vida de la joven, caía poco después desde el puente. ¡SPLASH! Y el río se lo llevaba. La figura alta y delgada de una mujer, cubierta con una capa negra, subía enseguida a su carruaje. Se detuvo en una lujosa casa. Poco después, en una salita de la casa. “¡Addha! ¿Dónde estabas? Nos preocupó tu ausencia. ¡Oh! ¿Qué le pasó a tu pelo? ¿Porqué cambió de color?”
     Addha dijo, “Mi cabellera es nueva, pero soy la misma de siempre. Y he vuelto para quedarme. Les diré tan solo que tuve que salir a alimentar el cráneo de la vampira que vive en mi, y que no morirá nunca.” La nodriza dijo, “¡Addha!¡Niña! ¿Por qué desde que fuimos a Bankeli dices esas cosas horribles y raras?” Addha la tomó de los hombros y le dijo, “Tú sabes tanto, como Lila y yo, sobre la historia de Addhéma, Yanusza. ¿Por qué te asombras?  Heredé su don. ¡Soy Inmortal! Pero tengo que matar para seguir viva. Sin embargo, ni a ti ni a mi hermana les haré daño nunca.” La nodriza dijo, “¡Dios mío! Entonces…¡Cumplió su amenaza!” Addha se retiró a su habitación, diciendo, “Cumplió su profecía, dirás. Soy Addha y soy Addhéma al mismo tiempo, y ahora, me retíro a descansar. He tenido un día muy pesado.”
     Una vez que Lila y la nodriza se quedaron solas, la nodriza dijo, “¿Qué vamos a hacer, Lila?” Lila dijo, “¿Qué otra cosa más nos queda por hacer que seguir a su lado? Aunque esto nos depare una vida de horrores. No podemos abandonarla. Es mi hermana y ha sido siempre como tu hija.”
     Las hermanas frecuentaban ya a la sociedad parisina y asistían a bailes y salones. Un joven y famoso escultor, llamado Giuseppe Cerachi, recién llegado de Roma, se dejó fascinar por el encanto de Addha. “¿Bailamos, condesa de Marcian Gregory?” “Encantada” Ella aprovechó la ocasión para sondear al artista, y le dijo, “Su patria como la mía han sido holladas por la bota napoleónica, ¿Qué piensa de eso, caballero?” Giuseppe dijo, “¡Ah, hermosa dama, si yo pudiera le arrancaría el corazón a ese corso!” Ambos salieron a la terraza, entonces Giuseppe dijo, “¡Oh quizá no debí expresarme así!¡Estoy en Francia!”
     Addha dijo, “No se preocupe, amigo mío. Yo siento lo mismo que usted, pero como mujer que soy, tengo que tragarme la rabia.” Addha continuó, “El castillo de mis antepasados fue devastado por las tropas de Napoleón. Por él murió mi esposo. ¿Se imagina cómo le odio? ¡Ah, si algún valiente se ofreciera a consumar mi venganza…!” Giuseppe le dijo, “¿Qué estaría usted dispuesta a hacer por ese valiente, madame?” Addha dijo, “El hombre que matara a Napoleón Bonaparte, obtendría mi mano, y seria  dueño enseguida de mi y de lo que queda de mi fortuna.” Giuseppe Cerachi no lo pensó, “¡Lo haré!¡Intentaré matar al corso, y ser vuestro esposo, señora!” Addha dijo, “Venid entonces a mi casa, Giuseppe, y elaboremos un plan.”
    El diez de octubre de 1800, Napoleón Bonaparte presenciaba una función teatral junto con su esposa, Josefina. Una mujer entregó, de pronto, un mensaje lacrado al general Lannes, quien al leerlo, exclamó, “¡Dios mío!” Algo murmuró el general Lannes al oído del futuro emperador de Francia. Napoleón dijo, “¿Está usted seguro?” El general Lannes dijo, “La sola posibilidad es digna de tomarse en cuenta, señoría.” Entre tanto, Cerachi, se había disfrazado de camarero, y se dirigía al palco real, con una bandeja y licor. “Traigo vino de Borgoña para el general Bonaparte, se lo envía como obsequio el escultor Giuseppe Cerachi.” Cerachi pensó, “ha llegado el momento de cumplir la venganza de la hermosa condesa de Marcian Gregory, y de librar a Italia de Napoleón.” Pero, enseguida fue rodeado de soldados. El general Lannes dijo, “¡Así que la advertencia obedecía a una amenaza real!” Lannes se dirigió a Napoleón y dijo, “¡Este hombre quería matarle, general Bonaparte! ¿Quiere que le torturemos para saber qué clase de conjura representa?”  Bonaparte fue implacable, y dijo, “¡Háganlo!”
     Ya en el potro, Giuseppe agonizaba, “¡AAAGHHH!¡No resísto mas!” Lannes decía, “Entonces confiesa, ¿Quién te mandó, italiano? ¡Dinos los nombres de tus cómplices!” Lannes tuvo que dar la orden, “Como el preso no quiere hablar, tendrás que continuar tu tarea, verdugo.” ¡AAAYYY! Lannes pensó, “¡Qué sujeto tan terco!¡Realmente no resistirá mucho más!” Unas horas después, el verdugo llegó a la oficina de Lannes, y dijo, “Lo siento, general, pero el italiano murió en medio del tormento si confesar.” Enseguida Lannes dio la orden, “¡Exhiban el cuerpo lacerado de Giuseppe Cerachi en las plazas, para que la gente sepa cómo terminan los enemigos de Napoleón.”
     Al día siguiente, Lila y su nodriza cruzaron por una plazuela de Paris, y Lila exclamó, “¡Virgen santa, no, no puede ser!” Su nodriza dijo, “¿Qué ocurre, querida?” Lila dijo, “Es él. ¡Es Giuseppe Cerachi, el prometido de mi hermana!¡Está horriblemente mutilado!” Un joven que se hallaba cerca, acudió a auxiliarlas cuando Lila perdió el sentido. La nodriza dijo, “Lila, Lila, querida, háblame!” El joven dijo, “¡Pobrecilla!¡No resistió tan horrible espectáculo!” El joven la cargó en sus brazos. Lila estaba inconsciente cuando llegaron a su casa. La nodriza dijo, “Menos mal que usted fue tan gentil en acompañarnos, señor…” El joven dijo, “Me llamo René Kervoz.” Momentos después, Lila recuperó el conocimiento, en su cama, y dijo, “¡Oh! ¿Q-Qué ocurrió?¿Dónde estoy?” René dijo, “En su casa, y a salvo, señorita.” La apostura de René Kervoz la impresionó, y Lila dijo, “¿Quién es usted, caballero? Solo recuerdo aquel horrible cadáver  en la plaza. Luego, todo se volvió oscuro y creo que caí.” René le dijo, “Soy estudiante de medicina y celebro haber pasado por ahí, en ese momento. Si me lo permite, vendré mañana para saber si el susto no ha afectado su salud, señorita.” Lila dijo, “Estaré encantada de recibirlo.”
     Unas horas después, en aquel mismo saloncito, llegó Addha, y Lila dijo, “¡El pobre Cerachi ha muerto denigrado y lleno de dolor!¿No te conmueve, Addha? Era tu prometido.” Addha dijo, “Sabia que solo me casaría con él si lograba matar a Napoleón. ¡Murió por inútil, porque falló en el intento! Y eso, más que apenarme, me da rabia.” Lila se fue contra su hermana, y le dijo, “¡Eres un monstruo, Addha!” La nodriza las detuvo, diciendo, “¡Niñas, Niñas!¡Calma, por favor! Recemos por el alma de Cerachi, y tratemos de olvidar lo sucedido.” Cuando Lila se fue a su recamara, la nodriza dijo a Addha, “Tu pobre hermana está muy nerviosa y sensible. Se desmayó en la plaza. Lo bueno es que ese joven, René de Kervoz, me ayudó a traerla.” Addha brilló sus ojos, y dijo, “¿René de Kervoz has dicho, Nana? ¡Es el sobrino de Georges Cadoudal, el chuan enemigo de Napoleón, a quien la policía de Fouche, nunca ha podido atrapar.” La nodriza le dijo, “Pues estuvo aquí hace rato, y volverá mañana.”
     René de Kervoz regresaba en ese instante a su casa, un modesto departamento situado al otro extremo de la ciudad. Una mujer lo recibía en sus brazos, diciendo, “¡Mi amor!” René le dijo, “Vengo fatigado, Angéle. ¿Cómo está nuestro niño?” El estudiante y la dulce jovencita contemplaron con ternura a un pequeño de poco más de un año de edad, que dormía en su cuna. Angéle dijo, “¡Pobrecillo! Hoy tu tío Georges vino y le trajo avena y leche.” René dijo, “¡Oh, Angéle!¡No hicimos bien en casarnos antes de que terminara la carrera. La herencia de mis padres no está en mis manos hasta que sea medico. Eso dice el testamento. Y entre tanto nuestro hijo pasará necesidades.” Angéle le dijo, “¡No te angusties, querido! Tu tío Georges nos ayuda en lo que puede, y mi padre también. Tú estudia y se bueno y dulce conmigo, que te amo tanto.” René dijo, “¡Oh, Angéle!”
     A pesar de sus preocupaciones cotidianas, René de Kervoz soñó aquella noche con Lila. Y al día siguiente, René besaba la mano de Lila, diciendo, “Celebro que se sienta bien, señorita Lila.” Lila le dijo, “Y yo que haya venido a verme, señor Kervoz.” Addha, que los observaba, pensó, “Ese joven podría conducirme a Georges Cadoudal. Y si lógro seducir a Cadoudal, tal vez lógre hacer que éste máte a Napoleón.” Addha siguió al joven de Kervoz, cuando éste abandonó la casa. Addha detuvo su carruaje frente a una taberna, y esperó. Pasaron varias horas. Addha pensó, “¡Qué extráño!¡No ha vuelto a salir!” Addha bajó de su carruaje, y decidió entrar. Una vez dentro, pensó, “¡No está!¿Dónde pudo haberse ido?” El tabernero dijo, al verla entrar, “¿Se le ofrece algo, señora?” Addha dijo, “Buscaba a alguien…¡Olvídelo!”
     René de Kervoz, entre tanto, hablaba con su tío Georges Cadoudal. “La policía de Fouché sigue registrando París. Te busca. Temo por tu vida, tío.” Georges le dijo, “¡Nunca me atraparan esos inútiles, René!¡Descuida! Este departamento está justo al centro de una manzana y tiene salidas a cuatro calles. Si me buscan por una, saldré por la otra.” Y en efecto, el propio René salió por otra calle. Por otro lado, Addha continuaba al acecho, y vio algo que llamó la atención. Addha pensó, “¿Quién será esa jovencita rubia? No parece del tipo de muchacha que entra sola a una taberna.”
     Ya dentro de la taberna, un hombre maduro, recibía con agrado a aquella rubia, diciendo, “¡Angéle!¡Hijita querida!” Angéle dijo, “Quise solo venir a darte un beso, papá Sevérin.” Papá Sevérin dijo, “Te ves pálida. Creo que no te alimentas bien. Te daré pan, carne, y un poco de dinero.” Angéle dijo, “¡Oh, no papá, no te preocupes por mí, son René y George Cadoudal, quienes me inquietan.” Papá Sevérin dijo, “¿Por qué, hijita?” Angéle dijo, “Tu sabes que René no se mete en cuestiones políticas y esta entregado a la medicina, pero puede verse envuelto en los asuntos de Cadoudal y caer como cómplice en manos de la policía.” Papá Sevérin explicó a Angéle que Cadoudal permanecía oculto en el escondrijo , una de cuyas salidas o entradas era su cantina, que era casi inaccesible. “Además, René es inocente, querida. Nadie puede culparlo por lo que hace su tío.” Como a esa hora del día, no solía tener parroquianos, Sevérin no imaginó siquiera que había alguien escuchándolo. Addha pensó, “¡Así que ésta taberna es una de los accesos a la guarida de Cadoudal!”
     Esa misma noche, René de Kervoz tenía cita con Lila de Bankeli. Y ésta vez era Angéle quien lo seguía sin ser vista, pensando, “Lo he notado raro y ausente. Quiero saber si está metido en algún lío político, o es que hay en su vida otra mujer.” Pronto comprobó, con tristeza, que la cita era de amor. Lila dijo, “¡Mi René querido!” René de Kervoz tomó en sus brazos a Lila y la besó con pasión. La desdichada hija de Sevérin escuchó en boca de su joven esposo las palabras que alguna vez le estuvieron reservadas. Lila dijo, “¡Dí que me amas solo a mí!” René dijo, “¡Tú eres la única mujer de mi vida!” Angéle corrió desesperada hacia el río, pero era observada desde su carruaje, por Addha, quien pensó, “¡Es la misma chica que vi en la taberna!” Angéle se detuvo en uno de los puentes, sin saber qué hacer consigo misma. Angéle pensó, “¡Ama a otra!¡Oh, Dios!” Addha, la condesa de Marcian Gregory, no se sentía bien, tampoco, y pensó, “¡Cr-creo que estoy perdiendo fuerzas!” Addha se miró en un espejo, y confirmó lo que temía, y pensó, “Tengo que matar de nuevo. Si no…¡Me consumiré en vida!”
     En ese momento, presa del dolor de los celos, Angéle Sevérin se tiraba al rio, dispuesta a morir. Perdió  la conciencia al golpe del agua. Y comenzaba a ahogarse, cuando una mano huesuda y siniestra, arriba de un bote, la atrapó. René volvió a su casa, y esperó inútilmente  a Angéle. Por fin acudió a su suegro. “¡No entiendo porqué se fue, papá Sevérin! La buscaré. ¡Se lo juro! Entre tanto, cuide usted a mi hijo.” Cuando salía de la taberna, se escuchó una voz, desde un carruaje: “¡René!”  René dijo, “¡Lila!¿Qué haces aquí?” Ambos dieron un paseo por París, en el carruaje. Lila dijo, “¿Sabías que el castillo y las posesiones de mi padre fueron arrasadas por Napoleón? Él murió luchando contra Bonaparte, lo mismo que mi cuñado, el conde Marcian Gregory.” René dijo, “¿Por qué me cuentas eso ahora, Lila?” Lila dijo, “Porque voy a pedirte que me lleves ante tu tío, Georges Cadoudal. ¡Solo quiero conocerle, y estrechar la manos del hombre que ha estado varias veces a punto de matar a ese horrible corso!” René dijo, “Pe-Pero es que yo…” René de Kervoz sucumbió, momentos después, a la ternura y belleza de aquellos ojos azules.
     René dijo, “Esta bien Lila. Te llevaré con él.”
Momentos después, Cadoudal besaba la mano de Lila, diciendo, “¡Por fin el señor se apiadó de mi, e hizo que entrára un rayo de belleza femenina a este lúgubre escondrijo!” Lila dijo, “¡Es usted muy gentil, señor Cadoudal” René estaba angustiado por la desaparición de Angéle, pero al ver a Lila comportarse seductora y sensual con su tío y en presencia de él, y sin mayor recato, su ansiedad y confusión se hicieron casi insoportable.
     Lila dijo, “Entonces…¿Usted estaría dispuesto a intentarlo? Georges Cadoudal, solo usted puede ejecutar mi venganza matando a Napoleón. Si lo logra, seré su esposa.” Cadoudal dijo, “¡Lo lograré, señora!” Cuando Lila y Cadoudal se levantaron, René dijo, “¡Tío!¡Lila!¿Qué es esto?¡No puedo creer lo que acabo de oírles!” Cadoudal dijo, “Pues créelo, sobrino. Ésta hermosa mujer me ha hechizado y mataré por ella a Napoleón.” Poco después, la bella se iba en su carruaje, dejando a René sumido en la confusión y el despecho. Desde su carruaje andando, Lila le dijo, “¡Espero que pronto seas mi sobrino, René de Kervoz! ¡Ja, Ja, Ja!” René gritó, “¡Lila” René se fue, pensando, “¡Ha seducido a mi tío!¡Él va a matar a Bonaparte!¡Oh, Dios!¡Y Angéle que no aparece!¡Esto debe ser una pesadilla!”
     René caminó por toda la ciudad sin darse cuenta, y al pasar por los puentes del Sena, observó un grupo de personas que miraban desde el puente hacia abajo. Uno de ellos decía, “¡Era tan joven…! Quizá cayó accidentalmente al agua.” Y otro decía, “¡Qué horror!¡Pobrecilla!” Un terrible presentimiento se apoderó de él. René se abalanzó al grupo, diciendo, “¡Déjenme pasar!¡Debo ver a la ahogada!¡Por Favor!” Lo que René vio, era aún mas horrible de lo que presentía. “¡Oh Angéle..!¡Noooo!”
     A la mañana siguiente, la desdichada Angéle, fue sepultada. René estaba derramado en lagrimas. Su tío Georges le dijo, “¡Vamos sobrino, ella descansa ya! Debemos consolarnos.” René le dijo, desesperado, “¡No tenía cabellera, tío Georges!¡Le había sido arrancada! ¡Oh Dios!¡Nunca podre olvidar aquel horror!” René dio la espalda para retirarse, y dijo, “Pero, después de todo, tú no eres el indicado para consolarme. Apenas anoche pasaste por encima de mis sentimientos y prometiste a Lila matar a Napoleón para obtener su mano. ¡Déjame en paz!¡No quiero volver a saber nada de ti!”
     Más tarde, cuando René daba rienda suelta a su desolación, sentado en una plazuela, escuchó una voz, “¡Querido! Te he estado buscando. ¿Qué te ocurre?” Era Lila, que le hablaba con intensa dulzura.  “Pasé por aquí, recordando que fue el lugar donde nos conocimos, y…” René se levantó, y le dijo, señalándola con su dedo, “¿Y te atreves a hablarme, infame? Después de haberme engatusado para que te llevara, y haberlo seducido a él en mi presencia, para que cumpliera tu venganza contra Napoleón? ¡Vete, Lila! Yo tenía esposa. Una bella y dulce mujer. ¡Ha muerto!¡Y no deseo hablar con nadie, y mucho menos contigo!” René Kervoz se alejó, dejando a Lila demudada, pensado, “¡Dios mío, tenía esposa! Dice que ha muerto…y que yo hablé con su tío…¡Fue ella!¡Estoy segura que esto es obra de mi terrible hermana!”
     Esa misma tarde, en su casa, pudo oír a Addha y a Cadoudal, planeando el atentado. “¡La bomba explotará en el cruce de la calle Saint Simón, con la vía al cementerio Viejo. Napoleón pasa por ahí, todos los días para asistir a las sesiones del ministerio.”
     A la mañana siguiente, ajeno a lo que se tramaba, Napoleón se dispuso a hacer su recorrido de costumbre. Pero cuando el carruaje se aproximaba a la calle de Saint Simón, un hombre detuvo la procesión, gritando, “¡No!¡Por ahí no!¡Estallará una bomba destinada a matarle!” El General Bonaparte decidió a última hora obedecer al aviso, y saltó del carruaje cuando este daba vuelta a la esquina. Y en efecto: ¡BOOOOOM! Napoleón, tirado en el suelo, dijo, “¡Era verdad!” Los soldados quisieron hallar al muchacho que dio el aviso, pero ya se había evaporado. Napoleón dijo, “¡Lamento que haya huido! Seguramente sabia quien ha intentado matarme.” De pronto se escuchó claramente el grito de un soldado. “¡Ese es Georges Cadoudal!¡Lo conozco!¡Él planeó el atentado!”
     El conspirador conocía bien el barrio. Y logró despistar a sus perseguidores por largo rato, integrándose en el laberinto de callejas, pensando, “Una de las entradas de mi escondite está cerca de mí.” Detrás de él, y su carrera, se escucharon voces, “¡Allá va!” “¡No dejemos que escape!” Georges logró doblar otra esquina, pensado, “No deben ver donde me méto.” La entrada que buscaba, era la de la taberna de Papá Severín. Georges alcanzó a divisarla, y pensó, “¡Ahí estaré a salvo!”  Pero…¡estaba cerrada! El luto por su única hija, Angéle, recién muerta, había hecho que papá Severín pusiera un moño negro en su puerta, y se ausentára del local por unos días. 
     Georges dijo, “¡Oh, no!” Al ver que los soldados se acercaban, pensó, “¡Estoy perdido!¡Ya no hay tiempo de huir, ni de buscar otra de las entradas!” Georges sacó otra bomba, que llevaba debajo del saco, y disparó su pistola, matando a uno de los soldados. Sin embargo, los demás soldados hicieron fuego contra él. ¡BANG!¡BANG!¡BANG! La bomba que llevaba en la mano, Georges Cadoudal estalló, causándole una muerte instantánea. René de Kervoz había perdido en los últimos días a dos de sus seres más queridos. Mientras enterraban a su tío Georges, René pensó, “¡Primero Angéle…ahora él!¡Fue esa maldita Lila de Bankeli quien causó su muerte!¡Me vengaré!”
     Entre tanto en la casa de las gemelas, Lili se lamentaba diciendo, “¡Murió Ceracchi, y murió Cadoudal, nodriza!¡Ambos por mi culpa!¡Yo solo quise salvar a Napoleón, avisándole del peligro que corría.” La nodriza le dijo, “¡Cálmate, Lila! Hiciste bien disfrazándote de muchacho para darle el mensaje. Así nadie podrá reconocerte.” Lila dijo, “¡Pero no podre quitarme de la conciencia el peso por esas dos vidas que trunqué!” La nodriza le dijo, “¡Tú no los mataste. Fue tu hermana, con esa maldad y afán de muerte y de venganza que heredó de Addhéma, la vampira de Uszel.” Lila le dijo, “¿Crees que en verdad la heredó, Yanusza?”
     Yanusza dijo, “Sí, por desgracia creo que sí. La otra noche, la gente comentaba que van dos jovencitas que encuentran muertas en las aguas del Sena, y sin cabellera.” Lila dijo, “¡Entonces era verdad!¡Por eso le cambia el color del cabello! Lo normal es que sea rubio, como el mío. Pero hace unas semanas era castaño. Y ahora…¡Ha vuelto a ser rubio!” Yanusza agregó, “Y no dudo que si Cerachi o Cadoudal  no hubieran muerto en los atentados, ella los hubiera matado, aún sin embargo.” Enseguida, Lili preguntó, “¿Dónde está ahora?” Yanusza dijo, “En su recamara creo. Muy disgustada por el fracaso de Cadoudal. Será mejor que no la veas ni le hables por el momento, querida. Descansa un rato. Voy a preparar la comida.”
     Lila se quedó dormida, después de comer, y cayó la noche sin que se enterára. No advirtió que un hombre entraba por la ventana. Abrió los ojos al sentir un objeto frío en su sien. “¡René!” “¡Pagarás muy caro la muerte de mi tío, maldita húngara!” El dispáro se escuchó en toda la casa. ¡BANG! Cuando Yanusza entró a la recámara, y vio la escena del crimen, gritó, “¡Oh, nooooo!¡La mataste!¡Mi niña!¡Mi pobre niña que te quería tanto!” René dijo, “¿Me quería?¡Ja!¡La muy mezquina me usó para engañar a Georges Cadoudal, y llevarlo a la muerte.” La nodriza gritaba, “¡Lila, Lila!¡Mi pequeñíta!” De pronto, la nodriza exclamó, invadida por el dolor, “¡Ella no te hizo daño!¡Fue la otra, la que heredó la maldad de la vampira!¡Se llama Addha, y es su hermana gemela!”
     En ese momento, Addha entró, diciendo, “¡Sí!¡Fui yo, René de Kervoz!¡Mataste a mi hermana melliza, que en realidad te amaba! Lloraría por su muerte, si no sintiera en mis venas el furor bestial de la vampira de Uszel, pidiéndome una venganza inmediata.” Al ver que la terrible condesa de Marcian Gregory se iba contra él,
     René disparó. ¡BANG! Pero las balas no le hacían nada, a la protegida de Addhéma de Uszel, quien rió, “¡Ja, Ja, Ja, Ja!¡Necesitas mucho más que balas para matarme, René de Kervoz! ¡Soy Addhéma de Uszel. En el cuerpo de Addha Bankeli he vivido mil vidas, una en cada cabellera que he arrancado, y he puesto sobre mi cráneo aún caliente! ¿Ves éste cabello rubio? Ahora es mío, pero hace unas noches, era de una mujercita, hija de ese tabernero que llaman, Papá Severín. ¡La tonta se arrojó al río, después de verte besando a mi hermana!” René dijo, “¡Oh, no!¡El cabello de mi Angéle!”
     René soltó la pistola, y trató de estrangularla, pero era inútil, aquella mujer poseía una fuerza sobrenatural. Addha rió, “¡Ja, Ja, Ja, Ja!” René gritó, “¡M-Maldito engendro del Infierno!” Las energías de René disminuían segundo a segundo. Addha le dijo, “¡No podrás conmigo, hombrecillo estúpido!” Cuando la nueva encarnación de la vampira de Uszel, estaba a punto de hacer de René otra víctima suya, Yanusza clavó unas tijeras candentes en su corazón, diciendo, “¡Muere de una vez, y no hagas más daño, Addhéma de Uszel!¡Que ésta sea tu última noche!” ¡AGHHHH! La bella jovencita, gemela de Lila, fue convirtiéndose rápidamente en lo que realmente era: el despójo maligno de la vampira de Uszel. Y solo quedó, humeánte aún, y a los pies de la nodriza, el corazón atravesado por las tijeras.  
Tomado de Novelas Inmortales. Año XI. No. 541. Marzo 30 de 1988. Guión: Dolores Plaza. Adaptación: Remy Bastien. Segunda Adaptación: José Escobar. 

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